En medio de la movilización social de la Región de Aysén se inició el año político. Llegó marzo. Lo singular es que a pesar de las vacaciones el gobierno se ve cansado. Hosco, irritado. No tuvo asueto.
Sus problemas no lo hacen posible. No cuenta con las definiciones esenciales que le permitan confiar en sí mismo y darse un respiro. Está desgastado por sus indefiniciones y la falta de claridad en el rumbo. Dice una cosa y hace otra, su línea es errática, su conducta de largo plazo es el día a día. El gobierno tecnocrático no se ha reconvertido en conducción política.
Lo más notorio es que no se sabe lo que quiere, salvo derrotar a los que se le oponen o le presentan demandas, pero eso es demasiado elemental para configurarse en estrategia política. No basta atrincherarse en La Moneda y contestar con la simbología del poder.
Hoy, el desafío es muchísimo más complejo y las respuestas que se conocen “no dan el ancho”.
Comienza a confundirse autoridad con autoritarismo, lo que es muy peligroso. El caso de Aysén lo indica claramente. Se pretende desmovilizar a la región sin dialogar, se exige obediencia sin negociar. El gobierno pide que le devuelvan el control de la situación golpeando la mesa, pero, eso no hace más que resaltar que no controla la situación.
Sobre todo cuando dice cautelar un orden publico que no está en sus manos. Como gobierno de derecha le está ocurriendo algo que a uno de tal carácter no le puede pasar, pues siempre se han jactado de aquello, resulta que no está garantizando la gobernabilidad. No lo hace en Aysén y su incapacidad de abrir caminos de solución le puede significar otros desafíos similares en el país.
Por eso, el gobierno mientras más posterga el impasse es el que más pierde.Llegando incluso a dar una sensación de negligencia o frivolidad que enardece aun más los ánimos.
Quien observa desde fuera puede intuir que hay duros y blandos. Unos exigen que se abran los caminos, los otros que se instale el diálogo. Que vaya el ministro y resuelva, luego se le raya la cancha desde Santiago. Al final solo se reprime. Lo pésimo es que no hay solución. Eso es lo que realmente vale, con urgencia.
Llegó marzo, el gobierno debe hacer las tareas. No puede hacerse el distante ni menos la víctima.
A eso deben abocarse las energías, y quienes se dedican a candidatearse, adelantando la ceremonia del adiós de su propio gobierno no hacen más que dar un triste espectáculo.
Quien está en La Moneda debe asumir su responsabilidad.