Se acabaron los complejos y las culpas por la movilización social. Con un gobierno de derecha en el poder, las organizaciones sociales y los/as ciudadanos/as ya no temen complicarle el escenario a la coalición gobernante como les pasaba durante el gobierno anterior y están manifestando su descontento con total libertad.
Las movilizaciones sociales de las últimas semanas -que han superado el centralismo santiaguino adquiriendo un carácter nacional- han dado cuenta de un profundo y arraigado malestar, del cual la oposición al proyecto HidroAysén es sólo la punta del iceberg.
Los Informes de Desarrollo Humano vienen advirtiendo desde hace más de una década del malestar de los/as chilenos/as, diagnosticando una asincronía entre subjetividad y modernización: los beneficios del desarrollo económico no estaban llegando a las personas y se estaban distribuyendo de manera desigual oportunidades y riesgos. Bien sabemos que Chile es uno de los países más inequitativos y que la distribución del ingreso es de las peores en el continente, condición que se mantiene intacta hasta hoy.
En estos días hemos sido testigos de las “acampadas” de los/as jóvenes españoles/as que están “Indignados” con la clase política y el progresivo desmantelamiento del Estado de Bienestar, y exigen ¡una democracia real ya!
Mientras, los/as chilenos/as parecen estar más que molestos con la inequidad de un modelo económico concentrador de la riqueza y expulsor de mano de obra, que ha privatizado derechos como la salud y la educación, y que está dispuesto a arrasar con el medio ambiente en aras de la rentabilidad económica.
Y con un sistema político, como es la democracia representativa, que se muestra incapaz de ofrecer soluciones participativas a los/as ciudadanos/as en las decisiones de política pública que les afectan, más allá del ejercicio de asistir a las urnas cada cuatro años.
“No estamos contra el modelo, el modelo está en contra de nosotros”, dicen los/as españoles/as. Aunque los/as chilenos/as nunca tuvimos un Estado de Bienestar que nos protegiera, bien podríamos sentirnos en algo identificados con esa consigna porque hoy extrañamos lo que en los últimos treinta años no tuvimos: una verdadera sociedad de seguridades.
Hoy asistimos a la posibilidad de que un movimiento en principio de carácter sectorial –ambiental-, vaya derivando en una movilización multisectorial, en que cada sector se va plegando a la protesta agregando sus propias reivindicaciones y aprovechando la sinergia del movimiento. Lo que hemos visto no es una movilización ecológica, sino profundamente política.
Adultos y jóvenes manifestándose en contra del impacto ambiental en los ecosistemas que generaría el proyecto HidroAysén, pero también estudiantes secundarios protestando por la reforma educacional, universitarios apoyados por los rectores de sus casas de estudio exigiendo más recursos para la educación superior.
A ello podríamos sumar las movilizaciones anunciadas por el movimiento de diversidad sexual para exigir un matrimonio homosexual, la de los trabajadores subcontratistas de las mineras que reclaman por un trato discriminatorio o la de los/as trabajadores/as de la salud dispuestos a volver a paralizar para evidenciar lo que consideran intenciones privatizadoras del sistema de salud pública.
Distintos sectores que se pliegan a un movimiento en común, el del malestar contra el modelito que impuso la dictadura y administró la Concertación. Es la multiplicidad de factores comprometidos en esta movilización.
La conducción política que algunos echan de menos en este movimiento social, está siendo superada por el descontento ciudadano que se va articulando bajo el convencimiento de que “El pueblo unido, avanza sin partidos”, como se escuchó en alguna de las recientes manifestaciones.
Las crisis van escalando y eso es lo que la falta de visión política del Intendente de Santiago en su momento no alcanzó a vislumbrar, en su fallido intento por no autorizar la marcha contra HidroAysén, atentando contra el legítimo derecho a manifestarse de los/as ciudadanos/as.
La pacífica marcha contra HidroAysén de este sábado evidenció, una vez más, un descontento que crece junto con el potencial de crisis multisectorial, que puede complicar la gestión de un gobierno que se estanca en su aprobación y mantiene un alto nivel de rechazo. El gobierno debiera tener en cuenta que de conflicto sectorial a crisis política hay menos de una Alameda de distancia. Puede ser cuestión de tiempo.
Desde la sociedad civil, esta posible crisis puede convertirse en una ventana de oportunidad para dar un paso más en el camino de la participación ciudadana en decisiones de política pública.