Hace dos años, chilenos y chilenas, vivimos una madrugada terrible, todos y todas con el alma en un hilo, no deseábamos otra cosa que no fuera que terminara ese terremoto espantoso que estremecía nuestro país. Por breves minutos las mentes se alejaron de lo rutinario para aferrarse a aquello que si se pierde no hay retorno: la vida. Pero, el embate colosal de fuerzas incontrarrestables por los humanos significó muchas víctimas, enormes pérdidas y profundo dolor.
Nadie podía en ese momento pensar que dos años después, el entonces mandatario electo apuntaría a la Presidenta en ejercicio con una afirmación de un alcance tan peligroso y cuestionable como decir que su “error (sin indicar cuál) costó muchas vidas”.
Al menos en lo personal nunca pensé que los afanes de la política contingente nos iban a llevar a ese terreno, mejor dicho, a esas desafortunadas afirmaciones, por parte de quien tiene ni más ni menos que velar por la buena marcha del país, como su obligación esencial.
Pero, en política lamentablemente suelen ocurrir tales hechos, que nubla la visión a quienes no se les debe nublar. Cuando vuelve la normalidad también retornan los cálculos menores, los afanes de cada día, las grandes inspiraciones y también la cosa chica, ciega, mezquina.
Los estadistas verdaderos son aquellos que por muy fuertes que sean las dificultades por las que atraviesan no pierden la lucidez y no caen a la baja política, a la “sucia practica” de lo desechable.
¿Qué ocurrió a la autoridad que asumió hace dos años? Actuó con soberbia. Con altanería y pretensión de superioridad. Así fue, porque producido el cambio de gobierno, los que se iban de ese sitial de conducción del país, advirtieron el enorme esfuerzo que significaría la reconstrucción de Chile.
Otros, entre los que me cuento, lo hicimos desde el Parlamento. No fuimos escuchados. Pedimos un Plan de Reconstrucción y se nos trató de ignorantes. Propusimos crear una Agencia Nacional de Reconstrucción y ni siquiera se nos respondió. Para decirlo directamente, los que llegaban a La Moneda se habían “comprado” su propio discurso, se creían un gobierno de excelencia, que partía desde cero.
Despreciaron la experiencia acumulada, pensaron que desde el ámbito privado lo iban a resolver todo y, por eso, la reconstrucción tiene el atraso que hoy se registra y que en el tema principal, la vivienda, se haya fracasado y ahora se pretenda hacer de los damnificados sin solución una nueva categoría de allegados.
Ahora, dos años después, ante la ausencia de resultados, se descarga la artillería sobre los opositores con la acusación de obstruccionismo y se caricaturiza desde el propio gobernante su posición como “torpe” y “estúpida”, cuando el mismo Presidente se ve obligado a decir lo que no quiso escuchar en su momento: que se trata de “un largo camino” porque la reconstrucción no ocurre “en forma instantánea”.
Debieron pasar dos para que se descubriera lo evidente, que la tarea es dura y no se hace sólo con palabras, ni con papeles, como aquellos que se entregan a las familias como subsidios pensando que con eso conseguirán una casa de manera milagrosa.
Pero, ante las dificultades la autoridad no aprende y acentúa su soberbia. Ahí está el intento de enlodar a quienes correctamente les entregaron el mandato presidencial. De manera que no resulta coherente cuando se dice que “resta un largo camino” con la descalificación, artificial y artera.
Más aun, cuando luego se pide el apoyo de esos a quienes se ataca. En este caso, si los opositores solicitasen saber qué, concretamente, se les pide, la autoridad no tiene carta de navegación para orientarse.
Los hechos así lo señalan: no tiene respuestas para la movilización ciudadana de Aysén; no sabe qué hacer con la solicitud de una Reforma Tributaria, pues la UDI quiere achicar la caja fiscal y no fortalecerla; no sabe la autoridad si reduce o no el impuesto específico a los combustibles; no sabe si puede o no puede entrar al debate del cambio del sistema electoral binominal, ya que el veto de la UDI se lo impide; no está en condiciones de abrir una nueva etapa, veraz y a fondo con los actores sociales en las demandas sobre Educación.
En suma, es la propia autoridad la que se obstruye y se enreda en sus propios conflictos y debilidades.
No es solución entonces, atacar a sus interlocutores y pretender “cobrar” sus angustias a la ex Presidenta Bachelet. Mientras el gobierno no se clarifique a sí mismo, seguirá en la ofuscación, de espaldas al país y perdiendo dramáticamente el tiempo político escaso, que aún le resta y del cual no se puede desentender.