Debilitando el principio de legalidad, más aun, en los hechos burlando la ley, alcaldes autoritarios han tomado represalias contra líderes y sectores estudiantiles que fueron parte del movimiento que tan amplia repercusión tuvo en el país, desde mediados hasta fines del 2011.
Una educación pública, gratuita y de calidad, es una idea que enerva a tales señores; los casos más difundidos han sido los de Providencia y Ñuñoa, pero no son los únicos.
Esto a pesar que al aprobarse la ley que autorizó los recursos para el pago de la subvención escolar -tramitada en noviembre pasado- se incluyó expresamente un nuevo inciso en su artículo único contra la toma de represalias; además don Felipe Bulnes, entonces ministro de Educación intervino para comprometer su palabra en tal sentido.
Ello fue un acuerdo con la oposición y una vez más la palabra de la autoridad queda en nada.
Lo que impera es el clima de revanchismo de los alcaldes autoritarios, aquellos que vieron que la movilización estudiantil ponía en peligro el verdadero control feudal que tienen sobre los municipios, el mismo que ha llevado a la completa desorganización y segregación al sistema educacional.
Los partidos UDI y RN, proclaman a los autoritarios para la reelección, cuentan con una clientela de apoyo pues reparten recursos o ayudas como si fueran favores personales; engañan y manipulan no importándoles la dignidad de las personas; sus partidos los prefieren pues cuentan con ese “poder” ilegítimo pero eficaz circunstancialmente.
La derecha no se ha sacudido ni renovado de ese autoritarismo heredado desde el uso del Estado con fines clientelísticos que ejecutó Pinochet en 1988 y que fue derrotado el 5 de octubre de ese año. Pero muchos personajes se repiten, son los mismos, vienen desde la DINA hasta hoy, escabulléndose y flotando aferrados a cuotas de poder desde las cuales siguen siendo lo que siempre han sido: represores.
Esos revanchistas son los que ahora reproducen una cultura represiva odiosa, de intolerancia y castigo al que piensa distinto. Lo lamentable es que sus líderes nacionales les respalden, protejan y pretendan su reelección, para que sigan haciendo de las suyas.
La derecha pensaba que la nueva generación estaba a su merced, sumida en la farándula y el libremercadismo. Se equivocó, a los jóvenes les gusta divertirse pero no quieren un país de idiotas.
Ese es el tema de fondo, a la derecha no le gusta una nueva generación con sentido de participación e interés nacional; para su recóndito sentido conservador ese espíritu es peligroso, prefiere adoptar represalias y donde puede se toma revancha de esa voluntad de justicia que le desagrada.
Se escuda en el daño a las instalaciones, pero lo que no quiere es que los jóvenes se “tomen” definitivamente un compromiso de justicia social.