“Intento de fuga deja un muerto en cárcel de Talagante, y revela fallas de seguridad del penal”, titula un medio.
-“¡Tiraron a matar!”
-“¡Salió muerto con un disparo en la cabeza!”
Así clamaron adoloridos los familiares de Rodrigo Donoso, en prisión preventiva por robo con violencia.
No salió por la puerta, “sino en un cajón”, como dijo un familiar.
“Reo muere baleado al tratar de huir de la cárcel”, titula otro medio.
“…Una vez que el reo traspasa la malla de seguridad, llega a un lugar que se llama la línea de fuego, zona donde el gendarme está autorizado para dar la voz de alto, dos tiros al aire y luego a las extremidades, sin poder tener la certeza de donde caerá la bala”…declara el presidente de la Asociación Nacional de Oficiales Penitenciarios.
Ciertamente, esta vez cayó en la cabeza.
Y la tarde dominical se llenó de insultos, gritos, llantos, carreras locas entre agua y lacrimógenas de la gente pobre, como siempre, pobres, con sus hijos y parientes en una cárcel que tenía el doble de las personas asignadas, privadas de libertad por delinquir.
Y así, las personas delincuentes se mueren fugándose.
Y así, las personas delincuentes se suicidan en una cárcel de Alta Seguridad.
Y así, las personas delincuentes se queman, en una cárcel también hacinada.
(No he sabido, por suerte, de fuegos en los recintos para la delincuencia económica, o “de cuello y corbata”)
Y así, algunos siguen delinquiendo en la misma cárcel, a través de los celulares…
Y así, algunos perfeccionan su delincuencia en la “Universidad del Delito”, (en vías de acreditación)
Total, alguien dijo una vez… “Que se pudran en la cárcel”…
Bueno, también alguien dijo… “Bienaventurados los privados de libertad…”
No, no es cierto, porque dijo: “Felices los perseguidos, por causa de la justicia, porque de ellos es el Reino de los Cielos…”
Curiosa la frase, ¿o no?
Si esas personas se “pudren en la cárcel”, nosotros somos los que nos pudrimos. Es la humanidad, la sociedad, la que se pudre.
El verdadero problema, es que si ya nos cuesta ver en ellos el rostro de la caridad en la justicia, más nos cuesta ver el rostro de una persona, es decir de nosotros mismos (que también como ellos, terminamos en un cajón).