En agosto de este año asumió como flamante nuevo presidente de la Cámara Chilena del Libro el conocido editor y librero Arturo Infante, anunciando un fortalecimiento de la asociación gremial para contribuir de mejor manera al desarrollo de la industria del libro en Chile.
Poco después sorprendidos le vimos y escuchamos en televisión o le leímos en diarios de circulación nacional: sorprendidos pues en vez de invitarnos a visitar la Feria Internacional del Libro de Santiago nos desalentaba, destacando algunas insuficiencias que él identificaba en su programa cultural.
Soy una asidua visitante de FILSA y debo confesar que sus declaraciones me hicieron dudar bastante sobre concurrir o no a la Estación Mapocho; finalmente fui y aproveché de comprar libros, además de asistir a algunas actividades programadas.
Y también ahora estoy profundamente sorprendida e impactada por el Sr. Infante. Lo cierto es que no debiera sorprenderme desde el día en que me retiró el saludo, aparentemente por los resultados de la segunda etapa del programa Maletín Literario, etapa en la cual las postulaciones de empresas de propiedad de Arturo Infante no ganaron la licitación.
Debo reconocer que fue doloroso vivir la experiencia de enojo conmigo de éste y otros dos importantes gerentes de editoriales que operan también en Chile.
Fue doloroso porque les conocía por años, habíamos estado juntos en el Consejo Nacional del Libro y la Lectura y cuando cumplí labores como gerente corporativa de la Cámara y me habían manifestado su alegría por mi llegada a la DIBAM.
Pero en fin, por el Maletín Literario el actual presidente de la Cámara Chilena del Libro y otros editores no me saludaron más y menos aún me invitaron a sus cenas anuales.
Duermo tranquila sabiendo que nada hice, ni nada nunca haré para modificar resultados de licitaciones.
No debiera sorprenderme digo, pero me sorprendo con la reciente decisión del presidente Infante. El día 23 de diciembre, un día antes de la navidad, les comunicó el despido a María Isabel Morillas y dos profesionales más que laboran en la Cámara.
Así, sin más, después de trabajar 13 años como gerente de PROLIBRO, sociedad de la Cámara, se despide a una profesional fundamental en el desarrollo de FILSA y se le indica como causal “Necesidades de Funcionamiento de la Empresa”, sin perjuicio de contratar sólo días después a otra persona para realizar exactamente las mismas funciones que cumplía la profesional despedida.
Entonces, alguien no leyó bien el Código del Trabajo o simplemente no comprende lo que lee y, tarde o temprano, la ley tendrá que interpretarse bien.
El temor al despido, la tristeza y desilusión se han instalado a fondo en los profesionales y trabajadores de la Cámara Chilena del Libro. ¿Quién será despedido en los próximos días?, ¿serán también despedidos todos quienes vienen trabajando por años y que naturalmente fueron contratados cuando Infante no era presidente pero sí era director? No se sabe, todo puede ser.
Todo puede ocurrir después de despedir sin razón a María Isabel Morillas, una mujer y profesional de lujo con la cual tuve el privilegio de trabajar casi cuatro años en esa institución gremial, y que tan lealmente ha velado por el desarrollo de la industria editorial en Chile y por el fortalecimiento de FILSA.
Una mujer creativa, eficiente, veraz, honesta, eficaz, y con gran don para generar vínculos de afecto y colaboración en el mundo cultural.
Todo puede ocurrir después de la decisión del Sr. Infante de suspender la Feria del Libro del Parque Forestal, tan valorada por el público y los socios de la Cámara.
Sinceramente espero, por el bien de la Cámara Chilena del Libro, que los(as) socios(as) – incluidos los que votaron por Arturo Infante- manifiesten su disconformidad con estas graves decisiones que ponen en riesgo FILSA y otros valiosos programas de su asociación.