No puedo comprender que la opinión pública, e incluso alguna de las víctimas de Karadima, se hayan molestado por la visita que le hizo el señor Arzobispo con motivo de Navidad.
Quisiera recordar, en primer lugar, para poder ordenar la reflexión, que las condenas, sean estas dadas por los tribunales y en el caso de la que nos compete por el Vaticano, el objeto final es la recuperación del individuo, tanto personal, social, moral y/o espiritual.
Cuando Monseñor Ezzati visita a Karadima, o a cualquier condenado, lo hace en virtud, que el pecado cometido debe ser reconocido y asumido por el infractor , única manera de reparar el mal causado.
La misión del pastor, a imitación de Jesucristo, es la de reflexionar con el penitente, para que éste no evada los delitos cometidos, sino que los considere despreciables y se proponga, de por vida, devolver a la sociedad el máximo de bien por el mal causado.
Por otra parte, como peregrinos de este mundo, somos ciudadanos del cielo y como tal debemos hacer los máximos esfuerzos, para que la persona pueda alcanzar la vida eterna.
Es en este tenor, según lo señalado anteriormente, que deberíamos interpretar la visita de Monseñor Ezzati a Karadima.
Su esfuerzo y obligación pastoral primordial y esencial, es velar por creyentes y no creyentes de su Arquidiócesis, para que ninguno se pierda y en particular por los sacerdotes que han cometido delitos y faltas graves a la moral.
Si la condena logra su objetivo, cual es el arrepentimiento y reconocimiento del mal causado, en el caso de Karadima la reivindicación sería la oración y el sacrifico de por vida.