Sebastián Piñera prometió una nueva forma de gobernar; sin embargo, su gobierno, día tras día, nos muestra una sociedad del abuso contra el ciudadano de a pie, cuestión esencial que su gestión se muestra impotente de frenar.
En efecto, pareciera que su condición de hombre de negocios significó una campanada para sus similares, que se sintieron convocados a actuar sin tapujos, dado que uno de los suyos ocupa el sillón presidencial.
Las exorbitadas ganancias de las Isapres ahorran toda argumentación: ganan dinero como nunca.
El hecho es que los dueños de aerolíneas, cadenas de supermercados, consorcios financieros, cual más cual menos, entiende que la autoridad en mano de uno de los suyos les significa una posición ventajosa y, de los entes regulares, una actitud benevolente.
Aún más. Algunos de ellos creen que es la hora del “chipe libre”. Esto se refleja en lo acontecido con las repactaciones de “La Polar”, donde llevaron a vía de hecho la idea de “llegar y llevar”. Es decir, tomar y burlar controles, regulaciones y obligaciones legales.
En la colusión del “cartel de los pollos”, en la investigación de los mega-supermercados, en los abusos de las líneas de buses interprovinciales, en todas esas conductas de avaricia y abuso está presente esa idea.
Es más fuerte que sus prevenciones o timideces: la autoridad les pertenece- así piensan- porque radica en sus congéneres, aquellos que viven de los negocios y que, temporalmente, están en la vida pública, los que se dedican a la competencia a cualquier costo, los que no tienen contemplaciones ni sensiblerías, los “hijos” del capitalismo salvaje.
Este es el fracaso del gobernante, no separar las aguas a tiempo, ser ineficaz e irresoluto para sacar de raíz los diferentes conflictos de interés y situar la autoridad en un plano de total y completa prescindencia de los negocios privados. En ello ha fallado definitivamente.
No logró ser visto y obedecido como el depositario de la autoridad republicana. Por ello, hay tantos que cada día que pasa actúan según el modelo de país que añoran: la sociedad de los abusos.