El año del conejo del horóscopo chino estuvo marcado por el frenético y saltarín movimiento de este mamífero, que probablemente vino a remover -nada más ni nada menos- que el piso de la matriz sociopolítica chilena y sus relaciones entre el Estado, el mercado y la sociedad civil.
Como buen roedor, el conejo desplegó toda su astucia para no seguir siendo presa de cazadores y depredadores, que por décadas se ampararon en un modelo económico generador de desigualdad y en un sistema político poco representativo.
La política estuvo de vuelta este año para sacar al pizarrón a la economía. Y el lucro en educación fue el principal enemigo de los estudiantes, que cuestionaron la promesa de movilidad social del modelo educacional.
A nivel internacional, el 2011 fue considerado por la Alta Comisionada de Naciones Unidas para los Derechos Humanos como el año en que el concepto de poder cambió. El personaje del año fue “el/la manifestante”, según la Revista Time; mientras la local Camila Vallejo se llevó ese cetro, de acuerdo a la votación de los lectores del británico The Guardian.
Se corrió el velo y el otrora modelo económico exitoso de exportación dejó entrever la inequidad que a la ciudadanía le venía generando un profundo malestar social desde hace más de una década, pero que la Concertación había logrado taponear con la promesa del progreso.
Entre salto y salto, el conejo logró sacar el polvo bajo la alfombra, encontrando un régimen democrático cuestionado en su representatividad y a conceptos como clase política, elites y hasta oligarquía se le comenzaron a encontrar ejemplos concretos en la noticia del día a día.
Aunque con unas becas más por aquí y otras más por allá, la negociación en el Congreso del presupuesto educacional, terminó por echar por tierra las pretensiones del movimiento estudiantil.
¿El apropiarse de las calles y de la agenda política se había entendido más como una pataleta, propia de ciclos de incertidumbre que terminan fortaleciendo al propio sistema?
En medio de la tregua veraniega y con cambios en las directivas de las federaciones de estudiantes, cabría evaluar si el año que se va fue el del conejo o del gatopardo. ¿Todo seguirá igual, pese a que todo ha cambiado?
La generación política a la que le quedó gustando el poder, ¿dará pequeñas concesiones, permitirá la reforma de una parte de las estructuras para conservar el todo?
Una reforma al binominal que sólo cambie el tamaño de las circunscripciones o distritos, sin permitir la representación de grupos pequeños; una reforma tributaria que mantenga en 20% el impuesto a las empresas, sin apuntar a una verdadera redistribución de los ingresos (además de un incremento de la carga fiscal); o un voto voluntario, que reproduzca la brecha a favor de los más informados, podrían apuntar hacia allá.
Dado que la educación fue la punta del iceberg del malestar general de la ciudadanía, lo que para algunos analistas es un punto en contra -que el nuevo Presidente de la Fech hable de todo menos de educación-, puede, por el contrario, permitir que el movimiento deje de ser sectorial confundiéndose meramente con un grupo de interés, para convertirse definitivamente en ciudadano, que busque el bienestar general.
Habrá que ver si con el 2012, la lengua de fuego del dragón del horóscopo chino aviva la llama o si quema las pretensiones de cambio, imponiéndose el clásico gatopardismo, que genera cambios para que finalmente nada cambie.