El debate sobre una nueva política fiscal será prolongado. No se resolverá en meses. Ni basta con una iniciativa gubernamental que acceda a mantener el incremento de impuestos a la renta de las empresas, establecido luego del terremoto. De allí la necesidad de reflexionar sobre su verdadero alcance.
La Reforma Tributaria es parte de un nuevo Pacto Social y de una Nueva Estrategia de Desarrollo.Trasciende lo fiscal y lo financiero. Se trata de una discusión sobre el tipo de país que queremos.
Una reforma tributaria contribuye a la convivencia, pues no hay desarrollo sin estabilidad social y política; y no habrá estabilidad sin una mayor igualdad entre los chilenos.
También contribuye al crecimiento del empleo y al desarrollo sustentable. No habrá crecimiento sin mayor innovación y emprendimiento.
El propio desarrollo de los negocios requiere confianza, igualdad y unidad interna. Los empresarios más visionarios, que poseen comprensión más amplia del mundo y de la sociedad, también lo entienden y señalan su disposición a elevar tributos como condición para la equidad y, consecuentemente, la gobernabilidad.
La meta que hemos de lograr es más equidad e inclusión social y, al mismo tiempo, más innovación para la especialización y diversificación de una estructura productiva que revierte a formas primarias, bajo el aplastante dominio del cobre. Las brechas sociales deben reducirse.
Chile debe proveer una mayor oferta de bienes públicos a todos sus ciudadanos; bienes de calidad para todos (educación, salud, ciudades amables, naturaleza limpia, cultura extendida, seguridad). Simultáneamente la capacidad productiva debe reestructurarse.
Debemos estimular el “crecimiento verde”, el desarrollo tecnológico y la educación para incrementar la capacidad humana.
Algunos países desarrollados, en particular los nórdicos, han conseguido equidad con productividad a la vez, en un círculo que se auto refuerza.
La reforma tributaria debe entenderse entonces como un componente indispensable de un nuevo ciclo de reformas de la sociedad chilena, que privilegia la equidad y la innovación.
La reforma, entonces, no puede verse como un incremento de la “carga” tributaria como señalan personeros de derecha, sino una “contribución” adicional de las grandes empresas y de las personas más pudientes para elevar el bienestar futuro de los chilenos.
La tarea de la Oposición
El gobierno de Piñera no manifiesta una disposición real. En su seno reina la discrepancia. Los sectores más ideologizados de derecha y un cuerpo de empresarios conservadores son reacios. Esta indefinición acrecienta las presiones y arriesga la gobernabilidad.
La reticencia a responder a tiempo a las necesidades del desarrollo con equidad polarizará más al país.
Independientemente de la acción del gobierno, el desafío de la oposición es preparar lo nuevo. Y refutar la actitud que emerge en estos debates: cuando las cosas van bien no se necesitan más recursos, pues los provee el crecimiento, y cuando van mal no hay que tocar los impuestos pues se dañaría la inversión y el empleo.
La oposición deber encarar desde ya su responsabilidad, de cara a la elección del 2013, y comprometer un programa de cambio tributario serio, que consiga avanzar en equidad con innovación.
Para el futuro de Chile una reforma tributaria ayudará a la cohesión social y al mejoramiento de la productividad. Es el camino de los países exitosos.