La crisis económica y la reducción de las partidas presupuestarias a la cooperación internacional están significando que decenas de organizaciones humanitarias abandonen Haití por falta de fondos.
Esta situación coincide con el momento en el que más falta hace su presencia en la nación antillana dado que el cólera está a punto de convertirse en una enfermedad endémica.
Desde octubre del año 2010 comenzó a difundirse la epidemia por la que más de seis mil personas murieron de cólera y otras 500 mil, equivalente al cinco por ciento de la población, lo contrajeron.
El origen de la epidemia estuvo en el personal de una base nepalí de la Misión de Naciones Unidas para la Estabilización de Haití (Minustah) que defecaron en las cercanías del río Artibonite, uno de los principales afluentes de Haití, utilizado por miles de personas para lavar, beber, pescar o bañarse.
El Instituto para la Justicia y la Democracia en Haití estimó que la ONU tiene responsabilidad por no haber realizado exámenes médicos de rigor a sus soldados antes de enviarlos de misión a la isla.
Paul Farmer, enviado especial de las Naciones Unidas en Haití y fundador de Partners in Health, dijo que los cubanos fueron los que dieron la importante alarma inicial sobre el brote, ayudando a movilizar a los funcionarios de salud y reducir la cantidad de muertos.
El coordinador humanitario de la ONU en Haití declaró que la ayuda internacional es muy insuficiente para hacer frente a la epidemia, lo cual despertó en el país un debate interno sobre la posibilidad de retrasar las elecciones presidenciales y legislativas del 28 de noviembre.
El doctor francés Gerard Chevallier, que trabaja con el ministerio de Salud haitiano, asegura que las cifras oficiales “subestiman” la cantidad real y realizan reportes que son imperfectos, donde “hay zonas donde la gente se muere y nadie se entera”, afirmó.
En la actualidad viven unas 580 mil personas en varios campamentos para damnificados por el terremoto sucedido en enero de 2010, en condiciones de insalubridad debido a las escasas medidas higiénicas.
En cada campamento hay un promedio de 112 personas que se benefician de una sola letrina y solo el 18 por ciento de esos lugares cuentan con lavatorios de manos y cara, según datos de la Red Haitiana de Derechos Humanos.
La entidad humanitaria asegura que tan solo el 48 por ciento de los desplazados accede a agua potable de manera segura.