“Caballeríticos almidonádicos, almibarádicos, miniminimini… le echan carbónico al inocéntico arrellenádicos en los sillónicos.” (Violeta Parra)
Hoy se ha escrito un capítulo más de la larga historia de desavenencias y desaguisados que han existido entre el PSOE y el “colectivo” de artistas e intelectuales españoles en lo que va corrido de democracia en este país.
El más bullado, no podría ser de otra manera, lo ocasionó Sabina, cuando a los pocos años del contundente triunfo de Felipe González el’82 (consiguió 202 escaños de los 350 del Congreso) le dedicó el “Cuervo Ingenuo”.
Un imperdible tema incluido en “Joaquín Sabina y Viceversa en directo”, su primer gran éxito comercial, con el cual se ganó, además, hasta el más draconiano acto de censura por parte de la propia Televisión Española (TVE) que se tenga memoria.
El “Bob Dylan de Tirso de Molina”, así recordó este triste episodio años más tarde:
“Asumí las querellas que me pudiera poner por llamar a Felipe González el señor X (el responsable máximo de los GAL, el cerebro en la sombra). No se querelló. Y además hace poco me invitó a cenar y, naturalmente, no fui. Yo nunca pisé La Bodeguilla. Jamás. En mi opinión, el entorno de Felipe es detestable. Me parece que arruinaron y llenaron de mierda las esperanzas más nobles de la izquierda de este país, que llevaba muchísimos años soportando el franquismo y que hizo un esfuerzo por no ser cainita durante la Transición y no recuperar la memoria. No se persiguió a nadie y nadie tuvo que ir a declarar nada. Todo eso se enterró y luego vino un Gobierno de izquierdas por primera vez desde Azaña, con una mayoría de votos que no se había conocido en la Europa occidental nunca… y acaba con Roldán, con Mario Conde, con Mariano Rubio, con Barrionuevo, con Amedo… Nunca perdonaré a esa gente que hizo eso”.
Hoy, en el lanzamiento de la plataforma de campaña a favor del candidato Rubalcaba, “Ojalá”, una formación de artistas e intelectuales, ostensiblemente de bajo perfil, brillaron por su ausencia, como era de esperar, el propio Joaquín Sabina, y todos “los de la ceja”, como le llamó la derecha estigmatizante y cavernaria de este país a Ana Belén y Víctor Manuel, Miguel Bosé, Victoria Abril, Paco Ibáñez, Pedro Almodóvar, Miguel Ríos, etcétera.
Se trata de los más emblemáticos rostros del mundo de la cultura, de siempre, o casi siempre, presentes en las campañas del PSOE, imprescindibles para romper el equilibrio precario que separa en este perverso duopolio una opción de otra, y que hace tan solo menos de cuatro años llamaban en un vídeo a “Defender la alegría” y, sutilmente, a adherir al PSOE, haciendo el inconfundible gesto con el dedo índice en la ceja.
Su ausencia/abandono constituye sin lugar a dudas un gesto enorme, tan rotundo y elocuente, como sintomático, ante el cual los voceros del PSOE, entre miopía y cinismo, maquiavélicamente eludiendo completamente el bulto, no encontraron una mejor explicación y análisis que decir que “buscaban con esta plataforma un perfil mucho más académico que la promovida hace cuatro años por Zapatero”.
Lo cierto es que lo ocurrido, esta mañana con “Ojalá”, viene a poner la guinda al pastel del lamentable y paulatino proceso de inexorable distanciamiento entre el “mundo de la cultura” (los intelectuales y artistas) y el PSOE, agravado, claro está, a lo largo de este último mando del gobierno (“zapaterista”) socialista.
Cuestión no menor y que vendría a explicar, en parte, la carencia casi total de “inteligenzia” y “sensibilidad” manifestada por este gobierno en la toma de decisión y en la serie de (insensatas)medidas adoptadas a la hora de enfrentar la grave crisis que afecta a este país.
Pues, ¿qué representa, a lo menos, que el único (des) propósito y el (sin) sentido de toda la performance anti crisis oficialista haya sido “tranquilizar y generar confianza en los mercados”, teniendo el desalentador panorama de casi 5 millones de parados, sino que desinteligencia e insensibilidad?
Es que inevitablemente, como diría nuestro gran Lira Masi, eso pasa cuando a los partidos, como al PSOE, “se le van los pianistas y se quedan con los cargadores de piano”.
No es difícil imaginar, entonces, el descalabro que se producirá, en la platea, con el público con motivo del espectáculo del 20-N.