La jugada política de Guido Girardi al poner su cargo de Presidente a disposición del Senado, podría apuntar a provocar un quiebre con la DC y un posible avance hacia una suerte de Convergencia Opositora sin ella, cuestión que no logró la presidenta de su partido, Carolina Tohá, cuando emplazó a la Concertación a ampliarse.
Girardi aseguró que no aceptará ninguna condición más, en clara alusión a las exigencias de la DC de que se querellara en contra de quienes irrumpieron en el ex Congreso Nacional, para no apoyar la moción de censura en su contra.
Si la DC decide aliarse con la derecha en su intención de quitarle la presidencia del Senado a Girardi, ello significaría el fin de la ya vapuleada Concertación, como lo ha planteado el senador Alejandro Navarro.
Girardi y su cálculo político ven una oportunidad en esta crisis: los riesgos de perder la Presidencia del Senado son menores, que los posibles beneficios para su figura política de aparecer beneficiando el diálogo y no la represión.
Por otra parte, basta notar el apoyo que ha recibido de partidos como el PRO de Marco Enríquez Ominami, para olfatear que la elección del color de la corbata (rojo) que usó Girardi ayer para recibir al líder díscolo, respondió a más que a su reconocida preferencia por los colores fuertes para esa prenda.
Con su decisión de endurecer su postura, después de pasearse por la indecisión, el actual Presidente del Senado (que seguramente lo siga siendo después del 8 de noviembre, cuando se vote la censura) hace un guiño a la izquierda y su posibilidad de coordinarse sin la DC.
Si la Democracia Cristiana ha puesto gran parte de las condiciones a la Concertación que le han impedido avanzar en temas valóricos, por ejemplo, Girardi está conminando al ala de izquierda del conglomerado a no aceptar “ninguna condición más”.
Además del PRO y del PS, Girardi recibirá el apoyo del Partido Radical Social Demócrata y del Partido Comunista, ambos conglomerados que han manifestado su voluntad de construir una nueva alianza.
Mientras el Presidente del PRSD, José Antonio Gómez, ha dado por superada a la Concertación y sería uno de los líderes que influyeron en la decisión de Girardi de enfrentar a la DC; el Presidente del PC, Guillermo Teillier ha mostrado su voluntad de ser parte de un próximo gobierno, pero a partir de un programa nuevo que acoja sus principales demandas de cambio social, no de la Concertación.
Paradojalmente, a la intención de acercamiento del PC ha reaccionado la DC, estableciendo como exigencia para una posible coordinación el que el partido que cumple 100 años en Chile reconozca violaciones de derechos humanos en Cuba y China.
Ante tal emplazamiento, Teillier respondió que al menos su partido nunca fue golpista.
Sólo una muestra más de la imposibilidad del diálogo entre estos dos partidos.
La movida de Girardi y su corbata roja apunta a aislar a la DC dentro de la Concertación para eventualmente forzar el quiebre que el PS impidió al reforzar el “eje histórico” con los demócrata cristianos.
La toma del Congreso Nacional como imagen de asalto del pueblo a una institucionalidad cuestionada, que más responde a mantener los privilegios de la clase política que la representación de los intereses ciudadanos, devendrá en un debate sobre el reordenamiento de los partidos ante la crisis de representatividad e institucionalidad.
Por el lado de la derecha, la disidencia de Renovación Nacional parece que no cederá tan fácilmente al conservadurismo de su actual presidente, Carlos Larraín, y hay voces como la del senador Antonio Horvath, que incluso han sugerido la conformación de un nuevo conglomerado fuera del feudo del potentado Larraín.
Habrá que ver cómo se configura el nuevo mapa de partidos en Chile y si la DC termina sucumbiendo a los coqueteos del gobierno y de un sector de la derecha.