El 23º aniversario del triunfo del NO dejará en evidencia -una vez más- cómo la Concertación de partidos de la Democracia se volvió rehén de las poderosas fuerzas conservadoras, a estas alturas transversales, que antes fue parte de su promesa política enfrentar.
Hoy 5 de octubre, plazo auto acordado para repensarse como coalición luego de que Carolina Tohá los desafiara a constituir una Convergencia Opositora, nuevamente ganará el NO.
Pero esta vez, será en la Concertación donde triunfará la negativa de correr el riesgo que implica dejar la conocida y probada estructura que los cobijó durante 20 años y construir una nueva plataforma política, sin los privilegios que el sistema binominal terminó por concederles en tanto bloque político.
Ganará el NO haber sido capaces de leer la coyuntura política y social en clave de interés colectivo y no de clase política, que más preocupada de articular las demandas ciudadanas a través de los partidos, está ocupada en mantener el stablishment.
No nos engañemos. Es parte de la misión de los partidos políticos aspirar, ampliar y mantener su cuota de poder, por lo que en este caso buscarán la mejor estrategia electoral y política para recuperarlo.
También podría llegar a entenderse que la lógica electoral incline al PS a fortalecer su alianza con la DC buscando el centro, que pareciera ser el espacio a conquistar en Chile para ganar las elecciones.
El punto es que si ni haber perdido el gobierno, llegado a un mísero apoyo popular de 17% ni verse cuestionada en sus cimientos ideológicos por haber mantenido y administrado un modelo económico y una Constitución política heredados de la dictadura generan una reformulación radical, cuesta imaginar qué podría hacerlo.
Si explicitar los tres ejes en que debe descansar la “nueva” Concertación –nueva Constitución, nuevo acuerdo social y potenciación del rol del Estado-, plantear una agenda común con la oposición, ampliar vocerías o, incluso, concordar en un candidato único para las próximas presidenciales le basta a sus integrantes para sentirse satisfechos, claramente siguen evadiendo el tema de fondo: la construcción de una nueva plataforma.
Si la reflexión de la Concertación se va a limitar a consensuar un documento de trabajo con mea culpa incluido y a entender por ampliación de la colación el seguir con una estrategia electoral de relacionarse con partidos de izquierda -el PC, por ejemplo- a través de pactos de omisión en elecciones municipales, lo que se propone es un parche, no un nuevo acuerdo político y social.
Hoy, paradojalmente, son las llamadas fuerzas progresistas las que se resisten al cambio generacional, de estructura y de ideas que Chile urgentemente necesita, dejando claro que el conservadurismo no hay que buscarlo exclusivamente en la derecha.
La oligarquía ha hecho su trabajo durante estos años en la propia Concertación, en que el poder se reparte entre unos pocos, siempre los mismos, muchas veces pertenecientes a una misma clase social y a una misma generación. Las elites no se renovarán si no son obligadas a hacerlo. (Baste ver las trabas prácticas casi irrisorias que ha encontrado la inscripción automática para incorporar millones de nuevos electores y renovar el padrón electoral).
Lanzadas al ruedo, las perspectivas no se ven alentadoras para ese sector. Por una parte, se constata que la Concertación le tiene aversión al riesgo y, por otra, que la imposibilidad de la Convergencia Opositora soñada por Tohá está en el origen de la propia propuesta, por cuanto los actores que salieron de ella no volverán a su seno si no hay cambios radicales.
¿Por qué tendrían que ampararse en un paraguas del cual se alejaron, si éste sigue vinculado a las fuerzas que han contribuido a mantener el status quo?
Llegó el momento de sincerarse. El centro del “eje histórico” defendido por el PS y la DC –que para el socialista Camilo Escalona es una suerte de matrimonio por amor y también por conveniencia- ha sido la piedra de tope para la implementación de una verdadera agenda progresista.
Una propuesta de izquierda no puede seguir viéndose limitada por socios que incluso son tentados por la propia derecha para unirse a sus filas. Tal vez llegó la hora del divorcio: aunque los hijos surgidos de ese matrimonio sufran en el momento del quiebre, tal vez crezcan más sanos y fuertes promoviendo proyectos que no se vean coartados por la conveniencia de mantenerse juntos.
* Texto redactado antes de que la Concertación diera a conocer su propuesta.