Mientras más cerca están las elecciones presidenciales y legislativas en Argentina, más odiosa es la campaña, dentro y fuera, en contra de la Presidenta Cristina Fernández.
En el caso de Chile, El Mercurio, un medio que en su tiempo Andrés Allamand vinculó a los poderes fácticos, representa bien a la derecha criolla que no se resigna a la idea de la reelección de la mandataria.
Se ha usado toda clase de pretextos, incluso difamando a las agrupaciones de derechos humanos del vecino país, en particular a Madres de Plaza de Mayo.
Pero, para pesar de los sectores más conservadores de ambos lados de la cordillera, se percibe como inminente la victoria de la viuda del Presidente Néstor Kirchner en los comicios del próximo 23 de octubre.
Candidata del Partido Justicialista y del Frente para la Victoria, arrasó en las primarias simultáneas y obligatorias del pasado 14 de agosto que se llevaron a cabo por primera vez para elegir a los candidatos.
Para ganar la presidencia en primera vuelta Cristina debe obtener más del 45% de los votos válidamente emitidos, o, de no ser así, el 40% y una diferencia mínima del 10% respecto al candidato que le sigue. De no lograrlo, habría segunda vuelta. Pero todo parece indicar que triunfará en primera.
Y a este propósito vuelve a la memoria la controvertida figura de Juan Domingo Perón, general del ejército trasandino, inspirador y líder del llamado “Justicialismo” que conocemos también como “peronismo” aun cuando no se trate de un conglomerado monolítico, sino más bien de la denominación genérica de vertientes diversas, algunas conservadoras, otras avanzadas y no siempre unidas, ni convergentes.
Recuerdo haberle visto unos minutos cuando de niño fui llevado con mis compañeros desde el Liceo, banderitas en mano, a saludar su paso por la Estación de Chillán, a comienzos de los 50, acompañando al sur a nuestro presidente, el ex dictador Carlos Ibáñez del Campo.
Una compañía que no favorecía al jefe de Estado argentino ya que uno podía concluir mecánicamente que se trataba de dos generales golpistas.
Aunque lo cierto fue que poco después, en 1956, el golpe se lo daban a Perón las fuerzas de derecha.
Conversé de estos mismos temas hace unos días en Buenos Aires con un prestigioso colega argentino quien me obsequió la copia de un documento histórico.
Se trata de una carta fechada el 28 de septiembre de 1958, enviada y firmada por Perón desde su exilio en Ciudad Trujillo, República Dominicana, al entonces Teniente don Mario José Blanco, padre de mi colega.
Hay párrafos notables que nos acercan a su pensamiento y en los que critica duramente a los que expresamente llama “gorilas” y dice por ejemplo que: “Aramburu, (general golpista) con su brutalidad congénita, fue un ciego instrumento de la oligarquía y mediante la violencia y el crimen el país, sometió su soberanía y destruyó la justicia social que el Justicialismo había creado”…
Condena más adelante tanto la violencia del golpe como la actuación de las FFAA a las que acusa de traicionar al pueblo y llama a militares y marinos a organizarse y unirse alos trabajadores para recuperar sus libertades y derechos.
No ignoro que esto no descarta otras visiones y otras críticas motivadas por su conducta política anterior a esa fecha, conozco por supuesto de sus simpatías por el Eje, ni tampoco disipa justas críticas por conductas políticas posteriores. Pero así ha sido la historia de ese pueblo generoso y, con todo, no está en discusión la influencia de Perón y el peronismo en los trabajadores argentinos, reconocidos de su obra social.
Tampoco podemos nosotros ignorar el inmenso apoyo del pueblo argentino que en medio de sus propias dificultades colaboró con nuestra lucha por recuperar la democracia.
Los militantes de la izquierda trasandina tuvieron para con los demócratas chilenos actuaciones ejemplares y heroicas.
Por cierto y desde el comienzo de parte de los comunistas argentinos, pero también durante años sentimos la solidaridad activa de los peronistas de izquierda y todas esas fuerzas y organizaciones son acreedoras de la gratitud de los chilenos.
Por eso es que, volviendo a las elecciones de octubre y como militante de la izquierda chilena y del mundo de los derechos humanos, concluyo en que, precisamente por las conquistas sociales y por su firmeza y dignidad en el tratamiento de los asuntos relativos a verdad y justicia en cuanto a los crímenes de lesa humanidad, tan distinto al de nuestros gobiernos, resultan esperanzadores los aprontes para octubre al otro lado de los Andes.