Un especial saludo y nuestras más sinceras condolencias a todos y cada uno de los familiares y amigos de los 21 fallecidos tan trágicamente en el fatídico vuelo, en el avión de la Fach, hacia la Isla de Juan Fernández.
Todos quedamos sobrecogidos de tristeza y de dolor ante tan lamentables muertes, aún creyendo que aquello no fue real, pero pronto la rudeza de la informaciones llegadas desde la Isla, nos obligan a la certeza de aceptar que las personas que viajaban en ese avión no estarán más con nosotros.
Muchos se preguntan por qué suceden hechos tan incomprensibles. No hay respuestas que aminoren el desgarro y la herida que hunde su aguijón en la mente y el corazón tan violentamente.
Quizás personas tan conocidas y queridas como los dos Felipe, Roberto y otros, que acompañaban a la familia chilena en la intimidad de su hogar, hicieron más terrible y horrorosa la noticia.
La consternación del adiós es en síntesis la pérdida de quienes amaron de otra manera, de quienes hicieron reír a los pobres de nuestra patria, les tendieron una mano cuando el llanto y la pena les cegaban los ojos, o cuando la aflicción y la desesperanza dieron paso a la fe y a la esperanza.
Una lección que nos interroga y nos hace replantear la manera de servir y ayudar a quien tanto lo necesita.
La orfandad que hoy sienten tantas personas por la desaparición de sus amigos y amigas sea un empujón para un despertar a una primavera de solidaridad que se manifieste por la bondad, el cariño y la preocupación verdadera hacia esa porción de chilenos y chilenas que necesitan del afecto, la sonrisa y el amor que levanta y humaniza.
Entramos a la vida eterna de distintas maneras, a veces de modos desconcertantes, pero una u otra forma nos desemboca en la eternidad de Dios, en su Gloria, en la Resurrección.
Todos vamos raudos hacia ese destino, es bueno entonces, pensar en aquello para estar preparados.