“Garantizar que las Instituciones Educacionales provean de educación de calidad, entendida ésta de manera holística e integral y no como el reduccionismo de los indicadores administrativos, tal como el SIMCE y la PSU. Debe haber un esfuerzo especial en asegurar la calidad en la educación pública, en pos del desarrollo local y nacional.”
Reflexión que recojo textual de la carta de la Confech al Presidente, en la que lo “emplazan” a responder las demandas del movimiento estudiantil.
Queda claro que exigen mejorar la calidad de la educación, y que reclaman un reduccionismo en el modo actual de medir dicha calidad. Emplean las palabras “holístico” e “integral” para describir lo anhelado.
Veamos hoy día la educación, sea esta pública o privada, con o sin fines de lucro, comparte la debilidad , salvo excepciones, de no dar cuenta de la transformación cultural actualmente en marcha, y no reconocer con precisión las características del funcionamiento de los niños y jóvenes de hoy.
Esto tiene que ver con la percepción de estar recibiendo una educación de mala calidad, que no ofrece respuestas a las necesidades actuales de la sociedad.
A los niños se les ve frustrados, aburridos, molestos incluso.
Los profesores se quejan de que no se motivan para estudiar, que son flojos, que les cuesta más que a los “niños de antes” concentrarse, hacer las tareas, que son más inquietos, que “no se puede hacer clases”. Las medidas que toman para revertir tal situación, no funcionan. La energía vital que circula en estos niños de hoy, sobrepasa la capacidad actualizada del profesor.
Los colegios privados de los sectores más acomodados, no están ajenos a esta problemática, suelen tener mejores condiciones, salas más grandes, para menos cantidad de alumnos, más herramientas y tecnología. Sin embargo, manifestaciones, como por ejemplo el Bullying o la Violencia Escolar, son transversales a ese orden material de la diferencia. Todos, colegios “pobres” o “ricos”, comparten una crisis que da cuenta de la necesidad de transformación.
Es esa frustración e insatisfacción experimentada por los estudiantes básicos, medios y también universitarios, (quienes tampoco son recibidos en toda su plenitud por las estructuras universitarias) la que primero abre la comprensión de que las cosas no están bien, y les mueve a exigir cambios.
Es la falta de recepción que desde el sistema de educación se ofrece a sus vidas, la que permite que sea la gran mayoría la que esté de acuerdo con el movimiento, no todos saben o comprenden los argumentos que finalmente se ocupan, pero todos comparten una misma frustración esencial.
Insisto, frustrante debe ser, que además de las dificultades materiales objetivas en algunos colegios, no exista tampoco un proceso formador que aliente, que reciba y conduzca, la vitalidad, la curiosidad, la sensibilidad de nuestros niños, que les enseñe a vivir, con todo lo que sus vidas les reclama, les anuncia, les sucede.
No, hoy en día, el rayado de cancha limita y reprime más que alienta. En los sectores urbano-marginales, es tremendo, los profesores hacen lo que pueden, pero ellos tampoco se sienten satisfechos, la frustración ronda en el ambiente.
Es que la culpa no es del profesor, todos los involucrados en la toma de decisiones en educación, autoridades, profesionales, investigadores, compartimos responsabilidades en esta crisis.
La manera usada para tratar de superar estas dificultades ha sido la de seguir “mejorando”, en el plano de más de lo mismo. No se ha producido aun, la apertura necesaria para asumir que el problema, aquí también, es el paradigma desde donde se asume la tarea de educar.
En educación, el eje, al igual que en los demás temas que el Estado tiene bajo su responsabilidad, está centrado en aspectos materiales del desarrollo, las metas son de carácter administrativo, las mediciones de logro dan cuenta de manera privilegiada de números que no describen cualidades ni contextos.
He ahí el reclamo de tratar de reduccionista las actuales medidas SIMSE y PSU.
Y se emplean palabras como “holístico” o “integral”, para insinuar que falta incluir elementos de otra naturaleza en el análisis, en la planificación de la acción, en su evaluación de logro.
Falta, información que precise de qué estamos hablando, qué hace falta para “integrar elementos de manera holística” en educación, cuál es el nuevo paradigma necesario de reconocer, de emplear…
Como decía, hoy día el paradigma que regula, cuida lo material en exceso, es parcial, al no incluir, de manera efectiva y pragmática, el reconocimiento de lo trascendente, se pierde en la valoración de la materia, así se fortalece la lógica de que es importante ganar, lucrar, asegurar el poseer, con miedo a perder.
Y es que lo material no sacia, no satisface esa otra naturaleza de necesidades humanas, que tienen más que ver con el amor, con la tranquilidad de espíritu, con la plenitud, con la integración.
Hoy día las marchas han permitido canalizar de algún modo esa necesidad, la de vivir experiencias de unión, de comunión, de expansión, de contacto más total con la potencia vital en cada uno y esa sensación objetiva de estar Todos aportando para lo mismo, como en Pandora, todos entrelazados alrededor del árbol de las almas, de la película Avatar.
Es urgente y necesario incluir en la definición de Ser humano, la que emplearemos para contextualizar la educación, el reconocimiento de aquellos aspectos trascendentes a la materia, de naturaleza esencial y sutil.
Se trata de intencionar el desarrollo de capacidades como la expansión de la percepción, aprender a instalarse como observadores de la realidad, de manera más receptiva, trascender las lecturas subjetivas y parciales del momento, ampliar la mirada, desarrollar la capacidad de incluirse en la observación, siendo capaces de distinguir la lectura intelectual de cada momento -el mapa-, del Territorio, de lo Real. Se trata de un desarrollo esencial del “Yo”, del “Observador”.
Cuando estas capacidades esenciales se desarrollan en un individuo, se manifiestan hacia “fuera” a través de comportamientos altruistas, de respeto de sí mismo y el prójimo, de búsqueda del bien común, de respeto y cuidado del medio ambiente, de integración y articulación complementaria con los otros, de disponibilidad a ofrecer los propios talentos para el avance y crecimiento de todos, de valoración sincera de los talentos y diferencias de los otros… todas declaraciones ya hechas como lo anhelado en la formación educativa de los niños y niñas de hoy, pero aún insuficientemente logrado, no atendido efectivamente, no existe comprensión suficiente de la fisiología de lo esencial.
Y tampoco los responsables encarnan en sí mismos estos desarrollos.
El funcionamiento integrado, expandido, no es un hecho a seguir en la mayoría de los que están educando, no es un hecho a seguir en los que están formando a los que van a educar, no es un hecho a seguir en quienes manejan los poderes del Estado, no es un hecho a seguir en los que manejan el poder económico, no es un hecho a seguir incluso en representantes de las iglesias, es la gran tarea pendiente para efectivamente cumplir con el rol de referentes frente a los que nos siguen.
Tampoco se puede pretender formar Seres objetivamente integrados entre sí y con su ambiente, si el rayado de cancha de los espacios formativos atenta contra ese orden de cómo Ser, de cómo estar siendo declarado.
La inconsecuencia genera ruido, ya es intolerable, y los estudiantes se levantan, se movilizan, exigen un nuevo rayado de cancha, se rebelan contra el lucro, como manifestación concreta de ese paradigma que limita, se exige un cambio de modelo, donde efectivamente se pueda vivir la integración, que no se hable acerca de ella solamente, y esa integración exige, inevitable, un cambio de orden, otro modelo, distinto a ese que todavía se resiste y que debe ser trascendido, re-creado.
Ya no más instituciones exclusivamente dedicadas al cuidado de la materia, sin reconocer la presencia del alma humana, no se puede dejar este aspecto sólo bajo el alero de las instituciones religiosas, eso es fragmentar al Ser humano.
Se trata de un salto cuántico, de aquel planteado por la física cuántica, que nos expresa como un hecho real la vinculación en Unidad de aquello que aparece separado, que nos obliga entonces, a mirar de manera efectiva, cómo favorecer la experiencia de Unión real.
La búsqueda del bien común debe llegar a ser un hecho concreto, la manera inteligente de alcanzar también el bienestar individual. Y aquí no cabe la lógica del lucro, simplemente no sería coherente.
Cuando esto es así, cuando se paladea Unión, se hace imposible desconocer la vinculación de nuestras vidas, y surge una tremenda sensación de fuerza renovada, -sino miremos y sintamos la fuerza que se vive en las marchas, que muchas veces se desboca, por falta de capacidad para canalizar lo que está acumulado y ya enrabiado de tanto no poder salir-.
Desde allí, desde la experiencia de Unidad, en una educación que se sacie esa necesidad, sería posible que los conocimientos, la información, los aprendizajes de de los otros planos, sean puestos de verdad al servicio del desarrollo local y nacional, (empleando las palabras usadas desde la CONFECH, a las que agregaría, el desarrollo planetario, universal).
Estamos saltando hacia una nueva integración de conciencia, hacia esa integración anunciada de las sabidurías antigua y moderna, -incluyendo en antigua la sabiduría de los pueblos originarios de las tierras que habitamos- de la integración de las sabidurías científica y espiritual, pasando de la parte al Todo, de lo pequeño a lo Universal, así de grande y trascendente es el cambio que anhela el alma social humana.