Sin duda alguna el caso Penta, Caval y Soquimich han sido de un impacto nacional nunca antes visto. Estas investigaciones tienen muchas aristas, una de las cuales reviste mucha gravedad para nuestra democracia al constatarse vinculación incestuosa entre dinero y política, aspecto que sin duda alguna traerá nuevas formalizaciones con igual e incluso mayor impacto que lo ya vivido.
Mientras tanto nosotros los ciudadanos, tomamos palco frente a la situación y por lo general se generan juicios de valor muy descalificatorios para los empresarios y la clase política. Sin restarle el significado y la gravedad de la situación, uno se podría preguntar, ¿los ciudadanos podemos tirar la primera piedra,cuando sabemos que hay diversas maneras de generar fraude al fisco, de adulterar información, de realizar tráfico de influencia, de aprovecharnos de los demás, de la cual la gran mayoría del país de una u otra manera usufructúa o ha usufructuado?
Difícil respuesta cuando los testimonios son elocuentes.
Sabemos de las adulteraciones a la ficha CAS para conseguir acceso a beneficios del Estado, de matrimonios que se separan falsamente para que sus hijos obtengan becas universitarias, de hijas de pensionados de las Fuerzas Armadas que se han anulado o no se han casado para aprovechar seguir con la pensión de su progenitor. Sabemos también de profesionales que reciben altos ingresos, como los médicos, que generan empresas de papel para disminuir el pago de impuesto. De pequeños y medianos empresarios que pasan gastos de su casa con facturas para descontar IVA, de comerciantes que no entregan boletas para disminuir los impuestos, de otros que se coluden como las farmacias y los pollos. Empresarios que transgreden la lógica de la libre competencia al usar información reservada, como el caso Cascada, y otros demandados en Estados Unidos.
Sabemos también de abusos económicos como la Polar, INVERLING, EUROLATINA, del lucro disfrazado de Universidades, de sostenedores de colegios subvencionados que con platas públicas, se han hecho ricos a costa de un deficiente servicio educacional, de los que eluden el pago del pasaje del trasporte público, de los que usan Software piratas o bajan música sin pagar,de aquellos que utilizan pitutos para conseguir algo que por la vía común sería difícil o imposible lograr, y en fin un tremendo gran etcétera.
El común denominador de estas conductas, es que todos son VIVOS. Una institución nacional reconocida, altamente valorada, respetada y hasta imitada.“El avivarse”, es considerado casi como una “virtud” y comprende al que logra aprovecharse de las estructuras sociales y económicas para su beneficio personal.
Naturalmente hay vivos de todos los niveles, magnitudes, condición social, sexo y edad. Cada cual según sus posibilidades y recursos, quienes son considerados como héroes, claro que mientras no sean pillados. En ese momento el Vivo deja de serlo y es sepultado. Todos los que ayer los adularon ahora lo niegan.
En tal situación se torna complejo, sostener en el tiempo, el modelo de sociedad que queremos construir, salvo que nos llenemos de leyes para controlar absolutamente todo, a las que siempre el chileno “avivado” sabe encontrarle el resquicio en su beneficio.
Es cierto, no todos los chilenos están en esta categoría, sin embargo es una realidad cultural que afecta a nuestra sociedad. Siendo así, esto no se resolverá sólo con la generación de leyes, sino en la medida que cada uno revise su conducta y juntos generemos una moral social que piense más en el bien común que en el puro beneficio personal. ¡Tarea compleja y de largo aliento!
Es la hora de una profunda revisión para darle al país un mejor futuro para todos, pero para ello tenemos en definitiva desterrar al “vivo” de nuestro país.