07 dic 2014

Memorias del subdesarrollo

Evoco el nombre de una película cubana que vi en los primeros setenta para permitirme,  cuarenta años después, ilustrar  algo que aprendí  en el curso de mi vida: que el  subdesarrollo  es una cuestión de mentalidad. Que la diferencia entre el subdesarrollo y el desarrollo tiene, antes que nada, que ver con actitudes.

Hace muchos años el economista Aníbal Pinto habló de “Chile, un caso de desarrollo frustrado” mientras antes, en 1912, F. Antonio Encina nos trataba de explicar  “Nuestra Inferioridad Económica”. Hemos progresado desde entonces pero mientras más vamos para allá, más se aleja la meta del desarrollo. Algo nos retaca. Se me ocurren ejemplos domésticos y a nivel  macro para explicarnos algo de lo que nos ocurre.

Cada vez que paseo a pié o en bicicleta  por las calles de mi  comuna, que no es ni con mucho una comuna pobre, veo las veredas y calles hechas pedazos,  hoyos por doquier en las aceras, calles plagadas de polvo, antejardines llenos  de maleza y de basura. No puedo dejar de decirme entonces “alguien no está haciendo bien la pega”.

¿Qué puede explicar tanta desidia? Es probable que si uno lograse reclamarle al alcalde, comenzará su letanía de explicaciones con un “es que…”. Cuando alguien le diga a usted “es que…” le estará dando una excusa, le estará comunicando que no tiene el poder para arreglar las cosas, que la culpa es del otro.

Me cortan intempestivamente  el servicio  del celular, sin  siquiera un  mensaje de texto que me lo anunciase. Como tenía contratado un Pago Automático, estuvieron dos semanas entre el banco y la empresa jugando conmigo al “compra huevos”. Cuando pagué me prometieron arreglar el problema en una hora. Estuvieron siete días. Al reclamar, el empleado me dijo “¿y quien le informó tal mentira?” Se sacó el pillo, como si el cliente fuera quien tuviera que responder esa pregunta estúpida.

En el  aeropuerto de Tepual de Puerto Montt que tiene 7 salidas, mi baucher dice que  el destino a Santiago es por la puerta 6, pero al llegar  a ella el letrero dice: destino Punta Arenas. Me preocupo y alguien me asegura que  es el aviso el que está mal. Pasan los minutos y, como el aviso seguía allí mal informando, reclamo  que cambien el anuncio. “No es mi problema”, me contestan.

Trate usted de salir de Machalí con destino a Santiago y no encontrará letrero alguno, tendrá que ir por huellas de tierra, adivinando, preguntando.

Hace algún tiempo fuimos con unos amigos del colegio a pasar un fin de semana en un hotel bastante caro en Puerto Varas. Como teníamos tiempo antes de emprender el regreso, decidimos bañarnos en la piscina temperada. No nos dejaron. Se nos informó que el “día domingo el uso de la piscina temperada  correspondía exclusivamente al gerente y su familia”.

En un restaurante del Parque Arauco pregunto por mesas y recibo una especie de orden seca, “va a tener que esperar porque no hay espacio”. Me siento finalmente, y otro mozo  me toma mal el pedido. El me alega que yo estoy equivocado. Le digo que no esperé media hora para sentarme y pedir algo que no me gusta. Finalmente llega con un plato frío que me arroja sobre la mesa.

Durante años fui periódicamente a Lima. Amén de la buena cocina, la atención al cliente  es de país desarrollado. Sonrisas y excelente trato. Ante el menor  asomo de reclamo, le cambian  a uno el plato o el trago.

Resulta que queremos ser un país “de servicios”, pero  ese objetivo “no cuadra” con la ausencia de una cultura de impecabilidad y de compromiso.

Vinculo lo anterior con los fallos en el otrora impecable Metro.  Ya faltan los dedos de las manos para contar las chapuzas y uno no puede dejar de relacionar este deterioro con un Estado que no tiene a la gestión impecable dentro de sus prioridades. Gerentes que no se nombran, despido indiscriminado de técnicos, maltrato a profesionales y trabajadores.Resultado: lo que vemos.

Converso en un restaurante  con una mesera de tono caribeño. Era colombiana. ¡Qué atención! Al pagar y darle su merecida  propina me confidencia que según ella “los chilenos no tienen compromiso con lo que hacen”. Por ahí parece que va la cosa.

En nuestro medio  abundan los  que se defienden con explicaciones, los que no se sienten responsables ; aquellos directivos  que ajustan sus estándares  al nivel medio de su grey, los que quieren caerle bien a todos  y no hacerse problemas.

Parafrasean a Serrat: “A mis subordinados sé tratarlos, con mano izquierda les llamo camaradas”. Creo que si no hay conciencia de que estamos “achanchados” en el empeño de que las cosas salgan “a la primera”, seguiremos esperando a la vera del camino del desarrollo y no dejaremos nunca de depender del precio del cobre, la madera y la fruta.

La actitud que se ve por doquier no es compatible con  un  país de servicios. Algo tiene que ver con la buena educación, la gran promesa de este Gobierno.

Mientras ella  se cumple, a lo mejor sería preciso,  a todo nivel, seguir  el ejemplo de esa mesera colombiana “jugada” con lo que hace.

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  • asilvam

    Alberto,coincido con tu apreciación. Nos hemos chabacaneado, vulgarizado; es un problema de conciencia y creo que la esperanza de mirar más allá solo sera posible con un cambio educacional, es decir resultados en un par de generaciones más. A tus comentarios yo agregaría la delincuencia, que nos deja como clase media como el jamón (o mortadela) del sandwich: ladrones arriba y abajo. Así, salir del refugio casero es encontrarse con una ciudad sucia, repleta de grafiti, donde debes estar tremendamente atento a que no te asalte un flaite escapero, o que la cuenta de cualquiera sea el servicio por el que pagues, no venga con un “error” que obviamente beneficia a su emisor. Así nos vamos acorralando, llenos de temores y desconfianzas, sin plata en los cajeros automáticos, con alarmas sonando por doquier, con el “cuida autos” que si no le das la propina que desea te despide a garabatos o la próxima vez te raya el auto, todos temiendo de todos.
    Santiago, la ciudad más agresiva y menos vivible del cono sur y con
    aspiraciones de capital de país desarrollado. ¡Que pena!

    • Elisa Cabrera Espinoza

      Por Dios….que terrible vida!!!
      Vuestras preocupaciones son tan…tiernas!

  • Elisa Cabrera Espinoza

    Me parece tremendamente ingenua tu apreciacion y si, me mueve a la risa…empezando por la aseveracion de que debieramos movernos hacia el desarrollo ¿te pusiste a pensar en hacia que tipo de desarrollo quieres que llegue el pais? Mas aun te digo: ¿pensaste si acaso, en este momento de la tierra, es sostenible e incluso practicable la idea del desarrollo de los paises como se ha ejecutado hasta ahora, considerando el inmenso desgaste que significa para el planeta satisfacer las descomunales demandas de una humanidad insaciable?
    Por otro lado al parecer las ideas acerca de lo que define el progreso de un pais son tan enormemente dispares entre cada clase social…tu preocupado de tener piscina los domingos y veredas bien pavimentadas para no tropezarte en la calle y otros preocupados de no tener piso de tierra, de encontrar un trabajo menos indigno, de no poder jubilar porque con tu jubilacion no alcanza para comer, de tener una hora para operarte preferiblemente antes de seis meses porque en el intertanto te puedes morir, otros lisa y llanamente de llegar con vida a los diescieseis…No…no es un tema de actitud…o no al menos de aquella actitud a la que te refieres…
    ¿Desarrollo por quienes, para quienes?….Pfff puras preocupaciones de gente con vida facil…abra los ojos, hay vidas al limite.