Este domingo las Trabajadoras de Casa Particular marcharon por sus derechos en varias ciudades del país, entre ellas, en Santiago, para exigir al estado chileno que ratifique el Convenio 189 de la OIT.
En otro lugar de la capital durante el Festival Lollapalooza Chile, un par de jóvenes con algún que otro grado alcohólico en el cuerpo le gritó “Cara de nana” a la rapera chilena Anita Tijoux, la mejor en su estilo del mundo, según la revista Rolling Stones.
Los medios de comunicación – incluso los matinales de TV – hicieron eco de esta información, indignados frente a lo que consideraron un intento de ofender a la artista.
No obstante, los medios y, en especial, los canales de TV, presentan la paradoja de tener un discurso explícito anti discriminación, pero escogen sus “rostros” con características físicas bastante lejanas a las que uno pudiera reconocer como propiamente chilenas, situación que se repite en la publicidad.
La Coordinadora de las Trabajadoras de Casa Particular (SINCATRAP), a través de su marcha este domingo, buscaron llamar públicamente al Gobierno de Michelle Bachelet a cumplir durante el primer semestre de su gestión el compromiso de campaña de ratificar el Convenio 189 de la OIT, la primera norma internacional vinculante sobre una actividad productiva con alto nivel de informalidad y que beneficiará a los más de 50 millones de personas en el mundo, al homologar este tipo de trabajo al de cualquier otro.
De manera específica, obliga a los Estados que lo ratifican a respetar, promover y hacer realidad la libertad sindical, el reconocimiento efectivo del derecho de negociación colectiva y la eliminación de la discriminación en materia de empleo y ocupación.
Además, les exige garantizar una jornada de trabajo y descansos para los y las trabajadoras de casa particular.Algunos de los países de la región que lo han ratificado son Uruguay, Bolivia, Nicaragua y Paraguay.
Hay que señalar que la Reforma Previsional, durante el primer mandato de la Presidenta Bachelet, abordó al menos el aspecto de avanzar en la equiparación del sueldo mínimo de las trabajadoras y trabajadores de casa particular respecto al resto de los trabajadores (as).
Según datos de la OIT, en América Latina y el Caribe hay 19,6 millones de trabajadoras y trabajadores domésticos, el mayor número del mundo después de Asia Pacífico. El 78% de ellos están en la informalidad.
En Chile más de la mitad de las trabajadoras de casa particular realiza su trabajo en condiciones de inestabilidad. Y si bien reciben remuneración, la mayoría de ellas deben enfrentar una realidad en la que predominan los bajos salarios, jornadas superiores a las 45 horas laborales semanales, sin un sistema de salud y previsional en la mayoría de los casos, poco tiempo libre, malas condiciones de vida y un incumplimiento generalizado de las normas laborales.
En Chile, la ratificación del convenio, por tanto, permitiría por tanto, regular la jornada laboral para las trabajadoras puertas adentro y puertas afuera de 45 horas semanales como máximo, así como ocurre con el resto de las y los trabajadores del país; lo mismo ocurriría con el pago de horas extraordinarias, la especificación de funciones y del lugar de su realización, así como la fiscalización real de la normativa.
Algunos podrán justificar a estos jóvenes asistentes a Lollapalooza aludiendo a que estaban borrachos. Probablemente el alcohol los hizo desinhibirse y expresar lo que realmente piensan y lamentablemente también otros chilenos (as): que la gente morena son de un estatus inferior, casi una casta, representada en la figura de la “nana”.
Representa la expresión del desprecio hacia los (as) pobres, a quienes pertenecen a etnias, al trabajo que se realiza en el ámbito privado y no público ligado a lo reproductivo y que en general realizan las mujeres; desprecio que subyace en nuestra cultura, que es políticamente incorrecto expresar, pero que no por eso no existe.
Ejemplo de lo anterior es que de tanto en tanto, aún en los tiempos que corren, aparecen notas de prensa respecto a reglamentos en condominios y edificios que han sido redactados probablemente en el uso pleno de sus facultades y que prohíben, por ejemplo, que las trabajadoras circulen a pie al interior de un condominio, o que se bañen en la piscina del edificio, entre otras.
Expresión de la permanente discriminación que han experimentado es que ellas mismas tomen distancia de palabras cargadas de significado peyorativo como el de “empleadas” o “nanas”, tan latamente utilizadas, y prefieran llamarse trabajadoras de casa particular, de manera de avanzar hacia una profesionalización de su actividad y, por ende, a una mejora en su valoración social.
Ellas son discriminadas, además de su origen económico y social, por hacerse cargo de tareas que son del ámbito de lo privado, que pareciera que no se acaban nunca, y que resultan invisibles para la sociedad en su conjunto.
Sin embargo, son ellas las que facilitan a diario que otras mujeres, las que cuentan con los recursos para tercerizar estos servicios, se incorporen también al trabajo remunerado y puedan evadir de alguna forma su “rol histórico” de realización de tareas domésticas y de cuidado de los hijos (as).
Por todo lo ya señalado, qué razón tiene Anita Tijoux cuando señala a través de su twitter frente al intento infructuoso de ofenderla: “Para los que creen insultarme llamándome cara de nana tremendo orgullo por todas las mujeres trabajadoras ¡ejemplo de valor!”.