10 ene 2014

Soy un adicto y he sido un abusador

Semanas atrás estuve en mi ciudad natal Osorno junto a mi familia. En una de las tantas insuperables conversaciones que periódicamente tengo con mi hermanita Antonia de 8 años, hubo una, que a pesar de ser obvio y sabido por todos, no dejó de atraparme profundamente: “Nicolás, ¿veamos ahora Los Simpsons por internet porque en la tele comienzan más tarde?” Inmediatamente respondí que sí y disfrutamos algunos capítulos.

Mientras miraba a Homero, pensé en las grandes diferencias de sólo 20 años atrás y en cómo desde niños todas las generaciones estamos cambiando nuestros hábitos. No hay que ser erudito para reconocer la revolución que ha significado la tecnología e internet, sus ventajas y beneficios saltan a la vista, pero resulta interesante reflexionar acerca de algunos cambios que parecen no tan positivos.

Gran parte de mi generación, durante o – los más inteligentes – después del desayuno debemos religiosamente revisar mails, facebook, twitter, diarios y algunos artículos interesantes de revistas… y así se nos pasa el día entre trabajo y mails, chat, información al minuto de lo que sucede en cualquier parte del mundo y leyendo mucha pero mucha información interesante en todo momento.

Si lo último que hacíamos antes de ir a dormir era lavarnos los dientes, ahora los más adictos antes de dormir revisamos los mails de la noche o alguna noticia que haya ocurrido por ahí, como si fueran tan importantes y no pudieran esperar 7 u 8 horas. El resultado del día es un exceso de información, con un bajísimo o casi nulo índice de reflexión, cuestionamiento o discusión.

Hoy en día el que no tiene un smartphone es prácticamente un mal educado, porque sólo es posible comunicarse con él mediante la voz y no mediante mensajes.

Antes si uno llamaba a la casa del sujeto y no estaba, simplemente no estaba y había que llamar más tarde, así de simple. Las citas se coordinaban verbalmente o con una simple llamada, y me parece que éramos más puntuales.

Ahora hay que avisar desde que uno sale, cuando está llegando, cuando llegó y cuando no ve a la persona (ya que no hay tiempo para buscarla con la vista). Una vez que te reúnes, normalmente las charlas son interrumpidas por el sonido de mensajes y correos.

Nunca tenemos tiempo, debemos estar disponibles en todo momento y en todo lugar para todos. Este exceso de información y falta de privacidad, ha influido en que muchos de los niños y jóvenes que abusamos de Internet y estamos online todo el día, usemos menos nuestra capacidad de reflexión y crítica, teniendo menos espacios individuales para pensar.

Me asusta que los infantes como mi hermanita no imaginen y sueñen tanto como lo hacíamos nosotros, quizás esté exagerando, pero ese pequeño diálogo con Antonia encendió una alarma.

Urge encontrar espacios individuales, salir a caminar o correr, escribir, apagar algunas horas al día los celulares, desconectarse de Internet y hacer las cosas que hacíamos cuando niños sin la tecnología que hoy tenemos.

Confieso que soy adicto y que he sido un abusador de Internet, pero ya he reconocido la patología, lo que es un pequeño paso adelante. Lo invito a desconectar para conectar.

Este es un espacio de libertad, por lo que solicitamos que no lo desaproveches. Contamos con que las opiniones se remitan al contenido de las columnas y no a insultos, ataques personales, comentarios discriminatorios o spam.

Por lo mismo y buscando el buen funcionamiento de este canal de expresión, requerimos de un registro previo utilizando Twitter, Facebook, Gmail o Disqus.

Si tienes problemas para registrarte, haz click acá.

  • Tamara Angélica Castro Contrer

    Te encuentro toda la razón, es una de las cosas que suelo pelear con varias personas de mi familia, pero bueno, que se les puede hacer.. después cuando se den cuenta de que el tiempo que utilizaron para estar urgando por internet en todos los tipos de aplicaciones, centros de chat y mil cosas más, se habrán perdido una parte importante de la vida en familia.