Para la Iglesia Católica, la preocupación por la dignidad del trabajador y su aprecio por el derecho-deber al trabajo, es insoslayable. El aprecio por el trabajo, su justa remuneración y el desarrollo de relaciones laborales dignas, son parte central del pensamiento social de la Iglesia.
En esta concepción sobre el trabajo humano, que la OIT ha expresado bajo el concepto de “trabajo decente”, la Iglesia Católica coincide con otras tradiciones religiosas. El concepto de trabajo decente incluye cuatro puntos centrales: empleo, derechos laborales, protección social y diálogo social. En Chile, esta mirada se ha visto enriquecida por el concepto de Buen Trabajo, promovido de manera especial por la Fundación Trabajo para un Hermano.
Se ha señalado y con razón, que estamos en una situación que es cercana a lo que técnicamente se conoce como pleno empleo. Sin embargo, hay muchos trabajadores con contrato que viven bajo la línea de la pobreza.
Por otra parte, cuando recorremos los lugares de trabajo y cuando conversamos con dirigentes sindicales, una de las primeras preocupaciones tiene que ver con la calidad del trato al interior de la empresa.
La primera condición para que un empleo sea un buen trabajo, es respetar la dignidad del trabajador. Esto incluye salario justo, adecuado ambiente de trabajo, un trato respetuoso entre jefes y subordinados, la realización de un trabajo bien hecho, el desarrollar las potencialidades de los trabajadores, el compartir los logros, son algunos elementos que ayudarían a hacer grato el espacio del trabajo. Participación en la gestión y las utilidades de la empresa, decía Juan Pablo II.
Por demás, el tiempo que cada persona dedica al trabajo es incluso mayor al tiempo que dedica a la familia, o a reponerse del cansancio de la jornada. Hacerla más agradable, estimular el reconocimiento del trabajo bien hecho, son elementos que facilitan construir, como pedía Juan XXIII, una empresa que sea en realidad una comunidad de personas.
Las cifras de empleo han mejorado en nuestro país en los últimos años llegándose a niveles de desempleo de 6,7%, lo que ha llevado a plantear la existencia técnica de una situación de “Pleno Empleo”. Esta realidad, donde más de 7 millones de personas tienen un trabajo, hace cuestionarse ¿qué tipo de empleo tienen?, ¿la cantidad implica calidad del empleo?
Desde la Organización Internacional del Trabajo se presenta el concepto de Trabajo Decente, el que implica el respeto de los derechos laborales, ingresos adecuados, protección social y la presencia del diálogo social y la negociación colectiva, entre otros. Cabe preguntarse si las buenas cifras de empleo, reflejan a su vez empleos que cumplan con el Trabajo Decente.
Más allá del concepto de Trabajo Decente, queda también la duda de si el empleo que persiste en nuestro país refleja la perspectiva del Buen Trabajo, entendido como un trabajo que cuida la dignidad de la persona, genera una cultura del respeto y la solidaridad, otorga un ingreso justo, busca el desarrollo de las potencialidades de los trabajadores, es gratificante, permite la realización personal, comparte los logros y colabora con el desarrollo, entre otros.
Cada trabajador tiene una experiencia distinta sobre su trabajo, la cual puede ser iluminada por la Buena Noticia de Jesús. Una parte de la calidad del trabajo es encontrarle sentido a lo que uno realiza, a desarrollarse a través de su labor, a sentirse reconocido en la dignidad del trabajador.
Por esto, quiero invitar a los fieles a dialogar y reflexionar sobre la temática del trabajo humano, su sentido cristiano y su importancia para la familia, la comunidad y el país.