La discriminación suele estar presente en muchos más escenarios de los que creemos. Tan así es que muchos niños, niñas y adolescentes escuchan en su cotidianeidad una serie de estereotipos, prejuicios y comentarios con contenido exclusivo que terminan formando parte de su proceso de socialización.
Hace algún tiempo UNICEF Argentina y el INADI (la institución gubernamental argentina contra la discriminación) lanzaron, en conjunto, una campaña para erradicar la discriminación en el fútbol, alentando a que tanto los jugadores como espectadores eliminen de sus cánticos comentarios como “Indio juega bien”, “los negros ganan porque están hechos para correr”, “juega como hombre”, etc. Campañas como éstas hacen el llamado a que los padres, cuando vean fútbol junto a sus hijos, no incurran en este tipo de epítetos que producen la transmisión transgeneracional de la discriminación.
Esta trasmisión transgeneracional, utilizada tradicionalmente para referirse a la violencia, es fácilmente aplicable al proceso de aprendizaje de la discriminación.
En este sentido, acciones caseras como tener personal de aseo extranjero o chileno sin contrato laboral o con jornadas excesivas de trabajo, excluir a los ancianos y niños/as de las decisiones importantes del hogar, realizar bromas xenófobas u homofóbicas, denigrar el trabajo de la dueña de casa frente al empleo remunerado del jefe de hogar y tantos otros actos de discriminación que se cometen al interior de nuestras familias, enseñan a la infancia con gran naturalidad que estas acciones son tan legítimas como todos los otros conocimientos que se adquieren en el seno familiar.
Porque la discriminación no está solo presente en la escuela, en el barrio o el trabajo, es muchas veces aprendida en un espacio mucho más íntimo y significativo para todos: nuestra propia familia. Es así como de la misma forma que en este espacio afectivo aprendemos a caminar, hablar y comer, también aprendemos a discriminar.
A diferencia de todos los mecanismos de adaptación social que adquieren los niños/as en sus familias, la discriminación es un delito que viola los derechos humanos fundamentales de las personas, sobre todo cuando ésta se funda en prejuicios de raza, identidad étnica, nacionalidad o cultura afecta además a sujetos colectivos (pueblos y comunidades) que tienen derechos en tanto colectividades, inherentes a su identidad y a su cultura, pero que no siempre cuentan con un estatus jurídico o político (una ciudadanía particular) que les permita defenderse y reclamar.
En este sentido enseñarle a un hijo a discriminar, excluir y ser intolerante es homólogo a enseñarle a robar, traficar o matar.
La familia es, sin duda, donde se empiezan a adquirir la cultura y diferentes criterios que en el futuro le ayudarán a tener una buena adaptación y relación con los demás; la discriminación, en cambio, afecta directamente la capacidad que ese sujeto social, que hoy es un niño/a, tendrá para adaptarse positivamente a una sociedad inclusiva.
Es entonces en ese mismo espacio donde pueden desaprenderse esas conductas, y por tanto convertirlo en un ambiente protector donde se promueva la diversidad, el respeto y la integración. Siendo así, solo será cosa de tiempo que otras esferas sociales se permeen y reproduzcan esta nueva forma de relacionarnos.
No cabe duda alguna de que si la educación que reciben los niños/as se da en un ambiente de respeto e igualdad, se disminuirá considerablemente la tendencia de discriminar a las demás personas.
Hoy, se nos presenta una importante oportunidad para reproducir otros modelos de crianza, revisar nuestras propias prácticas como adultos y reflexionar acerca del tipo de aprendizaje que transmitimos a nuestro hijos/as, debido a que la más efectiva forma de aprendizaje en la infancia es la sencilla imitación y reproducción de la conducta de nuestros padres.
Promover en nuestros hogares los principios éticos de una convivencia sana sin duda tendrá un efecto directo en el tipo de sociedad en la que queremos vivir, sobre todo si estamos frente a personas que se encuentran en una crucial etapa de construcción de identidad y reafirmación social, como son los niños(as) y adolescentes.