Y la Iglesia, sigue desangrándose, víctima de su sexualidad (más bien, de algunos), y de sus propios fantasmas.Mientras, muere el sacerdote de la “Iglesia del Pueblo”, Pierre Dubois, y el sacerdote Mariano Puga, quien lo acompaña en su funeral, reclama para una Iglesia “hoy dormida”, y fragmentada, un urgente “cambio en sus estructuras y las litúrgicas pastorales”.
No caben dudas sobre la “crisis” de la Iglesia, lo que ha arrastrado a una “crisis” de fe, ¿o fue primera la crisis de fe?
Uno de los efectos visibles más directo, ha sido, la aparición de un “cristianismo sin religión”, (Vattimo), es decir, sin dogmas, ni absolutos que seguir.
Hoy tendría que ser, sin jerarquías ni sacerdotes, debido a la poderosa pérdida de confianza en la Iglesia, que parece ser, más pecadora que santa.
Pero la Iglesia sabia, iluminada por el Espíritu Santo, ya había visualizado estos problemas, proponiendo un camino futuro, para así, “…responder a las perennes interrogantes sobre el sentido de la vida presente y futura…” (Gaudium et spes)
Uno de los mandatos revolucionarios del Concilio Vaticano II, para los cristianos, (como sacerdotes no ordenados) de unaIglesia, como sacramento y pueblo de Dios, y servidora de la humanidad, fue el de identificar y discernir los acontecimientos y tendencias históricas, revelando su significado, valores, y dotándoles de su sentido evangélico.
La pregunta es, como estos cambios de la realidad, socioculturales, económicos y políticos, afectan a la misma Iglesia, es decir, a las personas que la conforman, como a las jerarquías y a los mismos sacerdotes ordenados.
Es decir, la posibilidad de una autoconciencia sobre los propios signos de los tiempos en y de la Iglesia, que como Cuerpo Místico de Cristo, con vida humana en la realidad existencial, nació, evoluciona, cambia, se desarrolla, a la luz de su propia complejidad(auto organizada), sujeta a las perturbaciones del entorno y de su mundo interno, pero manteniendo su identidad y esencia espiritual basada en la fe.
Hoy queda claro, que la complejidad del entorno aumenta exponencialmente, sumado a la presencia de un aumento creciente del desorden perturbador interno de alta intensidad, (efecto por ejemplo, de las denuncias sexuales), lo que la ha desplazado fuertemente de su punto de equilibrio vital.
Lo que se podría intuir, es que estamos entrando en un “punto de bifurcación”, donde producto de un salto cualitativo radical, o aparece una Nueva Iglesia, “sensible al pobre, al pueblo, a una humanidad distinta”, capaz de reducir la nueva complejidad del mundo, o se produce un quiebre catastrófico destructor, afectándose finalmente, su esencia e identidad, es decir, una Iglesia “que mate a Jesús”.
Y un elemento clave para poder hacerlo en cualquiera organización viva de seres humanos es a la luz de la conciencia, dotar de sentido lo que sucede, so pena del absurdo, la enfermedad o la locura, para transmitirlo a quienes son parte de ella.
El problema es que en la Iglesia, el sentido, se funda en un “exceso de sentido”, llamado fe.
Quizás, se ha disuelto este “exceso”, y sólo resta un sentido que sólo humano, es incapaz de transmutarse en la fe.
Parece necesario entonces, una “nueva fe”, en el mismo Dios- Jesús-Cristo, “ Dios que se hizo pobre en el pueblo”, que incorpore una nueva humanidad y realidades del hombre, que están y nacen frente a nuestros ojos.
Y así sea una Iglesia, “que esté atenta a las esperanzas y sufrimiento de los hombres, y sobre todo, de los pobres”.
(Las citas son de una entrevista al sacerdote Mariano Puga).