Durante mucho tiempo la Iglesia Católica chilena fue bendecida con dignatarios que hicieron carne el verbo que manda el Evangelio, vivir para servir y, en este servicio, dar la vida en el compromiso con los pobres.
Así vivió Pierre Dubois, el histórico Párroco de la población La Victoria, un chileno ejemplar, pese a haber nacido en Francia.
El padre Dubois acompañó al pueblo que amó, transmitiendo a ellos el amor del Padre al que sirvió toda la vida. Y ese pueblo, agradecido y acongojado hoy lo llora y lo extraña. Se ha muerto un amigo, tal vez el mayor halago que se le podía hacer a Pierre, tratarlo de amigo.
Eso quiso ser siempre él, un amigo siempre presente, para todos los pobladores, con los cuales se mimetizó, de la única manera en que ello es real, desde la honestidad, que el derrochaba a raudales.
Vivió con los suyos y murió con ellos, en una modesta casa de su querida La Victoria. Al igual que su compañero André Jarlán, sacerdote muerto por una bala asesina, cuando ambos luchaban por la libertad de la Patria, causa que habían abrazado como los que más.
Pierre Dubois tenía esa fortaleza y valentía de los que saben que luchan con el escudo de la verdad por delante. Así vivió siempre el padre Pierre.
Ante su presencia, en los tiempos del horror de la Patria, incluso la más desquiciada represión retrocedía. Hasta la peor inhumanidad se repliega ante la decisión de un hombre bueno y consecuente.
En estos días los obispos católicos han recordado la importancia del Concilio Vaticano Segundo y la obligación de la Iglesia Católica de humanizar su labor, estando más cerca de la historia.
Pierre Dubois no requería que se lo recordaran. El simbolizó siempre el espíritu del Concilio. Fue, a la vez, denuncia y anuncio.
Así lo conocimos, cuando en la década del 70 compartíamos la lucha por el respeto a los Derechos humanos y el retorno de la democracia. El padre Pierre nos alentaba y nos acompañaba. Y su ejemplo nos guiaba.
Lo vamos a extrañar. No es fácil encontrar modelos similares en la Iglesia de hoy.
Tal vez ahora, más cerca del Padre celestial, en el que creyó y al cual fue fiel, logre iluminar el camino de quienes, si solo miraran su ejemplo, encontrarían el camino que nunca se debió abandonar.
Gracias por tu vida, amigo Pierre.