Desde tiempos antiguos, la mujer ha tenido que recorrer un difícil camino para conseguir espacios donde desenvolverse. En pasajes de la Biblia, Jesucristo es quien le dio un lugar en la sociedad, constituyéndola en sujeto; la revolución industrial, le otorgó un incipiente lugar en el mercado laboral; a fines del siglo XIX se les incorporó a la educación superior, logrando participar de áreas específicas a partir de ello; y en el siglo recién pasado, se les reconoce como sujeto de derecho en igualdad de condiciones que los hombres.
Estos son solo ejemplos de algunos espacios que las mujeres han ido conquistando progresivamente.
El 5 de septiembre se conmemoraron en Chile los 60 años de un hito que marcó de forma radical la posición de las mujeres en la sociedad, abriendo el espacio de la participación política con el logro del derecho femenino a voto en elecciones presidenciales, primer paso para luego lograr acceder a cargos de poder anteriormente reservados solo a los hombres.
La historia que sigue ya es sabida, hoy Chile cuenta a una mujer entre sus Presidentes y las recientes elecciones de la Central Unitaria de Trabajadores (CUT) dieron por ganadora por primera vez en la historia de esta organización a Bárbara, primera mujer en el cargo en Chile y América Latina.
Sin embargo aún queda camino por recorrer, es necesario por ejemplo, modificar vestigios de algunas normas sociales, como esa suerte de mandato intrínseco, indisoluble y aparentemente intransable que une el ser mujer al rol de madre.
La experiencia profesional me ha enseñado que existen mujeres que no tienen incorporado dicho mandato o bien, no han fijado sus metas en torno a ello.
Muchas de estas mujeres, enfrentadas a un embarazo no planificado, eligen pasar de las imposiciones sociales y al optar por la vida buscan ofrecer a ese hijo/a la protección y las oportunidades que merece, abriéndose a la posibilidad de la adopción, alternativa que nuestra sociedad debiese aceptar y respetar entendiendo que este hecho no ubica a estas mujeres en un escalafón social inferior al que ocupan las que deciden ser madres.
No son pocas las mujeres que tras haber manifestado su intención de ceder en adopción el hijo que esperan, viven el proceso muy solas, no por el hecho de no contar con familia, sino mas bien por una decisión personal de no abrir la conversación a sus cercanos, seguras de que al verbalizarlo serán presionadas a asumir ese hijo con el argumento de que si es mujer, está obligada a ser madre.
Una mujer que no tiene tal motivación, no tiene porque ser agredida socialmente. Hoy son cada vez más las mujeres que postergan la maternidad y nadie cuestiona sus razones para hacerlo.
Creo que es tiempo entonces de salirnos de los prejuicios y potenciar el respeto por la mujer en su conjunto, sin cargarle obligaciones morales con base en juicios sociales de siglos pasados.