Cada vez es más la evidencia que nos lleva a preguntarnos por qué en Chile existen niveles de violencia tan importantes, y en tantos contextos. Las estadísticas suelen posicionarnos en los lugares más altos de la región en materia de bullying, suicidio adolescente y maltrato infantil, entre otros.
Los resultados de la última Encuesta nacional “Prevención, agresión y acoso escolar”, realizada por MINEDUC a los 8° Básicos del país, indica que un 9% de niños y niñas sufren hostigamiento frecuente en su ámbito escolar, siendo el insulto el maltrato más recurrente.
Sin embargo, aún las mediciones abordan en forma indistinta el fenómeno del bullying, asumiendo erróneamente que basta con conocer el número de niños/as y adolescentes que la padecen, sin hacer frente a sus particularidades. Resulta impreciso suponer que el hostigamiento sistemático lo viven todos los niños por igual, y también es perjudicial a la hora de diseñar estrategias para prevenir y abordar el fenómeno.
Por investigaciones internacionales, sabemos que quienes más padecen de violencia y acoso durante la etapa escolar son los y las adolescentes LGBT (lesbianas, gays, bisexuales y transexuales); es el bullying homofóbico el que más está presente en la vida de un adolescente, sea o no homosexual, ya que este tipo de bullying lo sufren todos quienes expresan patrones de comportamiento sexual distintos a los “esperados o considerados normalmente apropiados”.
Según el Informe Mundial de las Naciones Unidas sobre la Violencia contra los Niños (2006), la mayor parte de los reportes de bullying son por sexo o género, y se dirigen a personas percibidas como diferentes de las normas sexuales y de género vigentes. La burla, el abuso, la exclusión y la violencia son especialmente dirigidas a las niñas que no son suficientemente “femeninas” y los niños que no son suficientemente “masculinos”.
Si bien en Chile no contamos con estudios representativos que permitan determinar con precisión la prevalencia de bullying homofóbico en nuestras escuelas, diversas investigaciones realizadas en el país parecen al menos encaminarnos hacia la misma tendencia.
Recordemos que UNICEF Chile, en su estudio de discriminación del año 2011, señaló que los mayores prejuicios de los niños/as y adolescentes eran hacia los homosexuales, y la Corporación Opción reafirmó estos datos señalando que quienes mayormente son objeto de comentarios negativos, resultan ser los homosexuales y lesbianas (Opción, 2012)
Pese a la evidencia, los programas de bullying no mencionan la orientación sexual como un factor de riesgo preponderante a la hora de sufrir acoso y hostigamiento al interior del sistema educativo, ni hacen referencia explícita a la necesidad de crear programas preventivos orientados hacia la aceptación de la diversidad y el respeto por la diferencia sexual, sino más bien tienden a ser tan amplios que no permiten el diseño de estrategias realmente eficientes.
Desatender esta particularidad es no comprender que el bullying homofóbico posee características que lo diferencian de cualquier otro tipo de bullying, y que agravan las consecuencias en las personas que lo padecen. Muchos adolescentes LGBT llegan a creer que sus sentimientos son únicos y están solos.
En el caso de otros grupos marginados, por cuestiones religiosas o étnicas por ejemplo, el ámbito familiar supone un refugio donde reforzar la propia identidad y encontrar referentes cercanos.
Sin embargo, los adolescentes LGBT no suelen disponer de ningún referente en su familia ni reciben información veraz y positiva acerca de su orientación sexual. La mayoría de las personas LGBT crecen en el seno de una familia heterosexual que, a menudo, ha desarrollado y transmite los prejuicios homófobos propios de nuestra cultura.
La homofobia, la lesbofobia y la transfobia son formas de odio expresado hacia las personas porque son, o se cree que son, LGBT.
Son formas de violencia de género, porque se basan en la suposición de que todas las personas deben ajustarse a la representación de la mayoría de lo que son comportamientos “masculinos” o “femeninos”. Encuestas han demostrado que el 80% de las personas que estuvieron expuestas al bullying LGBT, se definen como heterosexuales.
¿Qué nos queda por hacer? Mucho. Nombrar a los grupos más vulnerables de sufrir acoso escolar, tanto en las estadísticas como en la Ley de Violencia escolar es prioritario, ya que la evidencia internacional es categórica en señalar que cuando se identifican y nombran a las personas LGBT como un grupo de especial atención, se desarrollan estrategias preventivas más atingentes y con mayores resultados. Una de las principales armas de la homofobia es el ocultamiento y la negación de la existencia de personas homosexuales, bisexuales y transgénero.
Es esencial comprender que en la base del bullying está el rechazo, el miedo y la ignorancia hacia la diferencia, por lo que atacar el bullying homofóbico es atacar todos los tipos de violencia que se generan basados en la intolerancia.