De marchas, “realitys”, y museos.
Bajo la lluvia de un invierno como los de antaño, marcharon los estudiantes y otras organizaciones sociales, nuevamente de forma masiva, mostrando que esta forma de acción evoluciona sin retroceder, ni sin ser cabalmente dotada de sentido por las organizaciones establecidas de poder.
Hoy su lucha, es claramente contra el “mercado de la educación”, donde sus empresarios, “lucrarían con los pobres”, hoy avalados paradójicamente para ellos, por un controvertido informe-denuncia sobre las maneras “i-legales” de algunas universidades privadas para realizarlo, investigado por el poder legislativo.
Como siempre, las imágenes de muchos medios, enfatizaron la siempre repudiable violencia anómica-nihilista pseudo revolucionaria (e infiltrada), junto a los costos, que son bien reales, de los daños colaterales, a veces sobre las personas, el bien y la propiedad pública, que casi siempre van a ser compañeras de estas poderosas manifestaciones del nuevo ciudadano especialmente joven. Ese que no duda en declarar que los cambios no necesitan de los políticos, ni de los mecanismos tradicionales de participación democrática, (por lo menos en sus inicios).
Todo esto, mientras terminaba, y todos hablaban, de un producto estrella del nuevo “opio de los pobres”, los realitys, que dejó a sus protagonistas, y en general a la “industria” de la TV, llenos de plata sin hablar nunca de los problemas reales sociales, porque por algo son sólo la “tele-realidad” de la entretención “pura”, que no existe en la realidad, es decir, de verdad (aunque no quede claro cual es la verdad verdadera) no existe, o mejor parafraseando una provocadora frase, “Mundos Opuestos”, (el de la TV), nunca existió, de verdad, verdad, y sus protagonistas nunca fueron reales. ¿O no?
Rara la discusión sobre el “Museo de la Memoria”, y la necesidad o no de “contextualizar”, los terribles hechos que re-memora.
Comprender y entender los hechos, son actos cognitivos diferentes, aunque indisociablemente ligados, a valorar y justificar desde una perspectiva ética y moral.
El daño, y sufrimiento intencional, sin respeto a la vida y dignidad del otro en sus diferencias, desde que es procreado hasta su muerte natural, siempre va a ser malo, atentando al primer eje fundamental e inviolable del bien personal y público.
Pero, si no realizo un esfuerzo por dotar de significado y sentido aun a los hechos más inhumanos y destructores de la historia, termino por deshumanizar a victimarios y también a las víctimas, quienes finalmente sólo son muertos sufrientes, recordados como tumbas abiertas, números, nombres y fotos.
Es decir, sólo objetos simbólicos de la memoria, destruidos y desaparecidos en el tiempo, obviando el hecho más perturbador de todos, él que debe llamar a una reflexión permanentemente crítica.
Los asesinos y asesinados, fueron y son personas que compartieron y comparten dolorosamente nuestra esencia, (cuerpo, alma y espíritu), como hombres “sapiens –sapiens” que somos, con el mismo Dios.