Volví a ver, hoy en la mañana, cuando el sol de invierno calienta un poco más, al hombre pobre del margen, él que vive en los residuos de nuestra sociedad. Iba vestido, como siempre, con bolsas negras de basura, lo que en estas gélidas noches, le permite con seguridad seguir con vida.
Como siempre, caminaba rápido y presuroso hacia un lugar que no reveló. Después de detenerse un momento, me advirtió que estaba lloviendo en Chile (televisión) basura, y que seguirían muriendo sus hermanos y hermanas de los guetos.
Luego, con la mirada algo lacrimosa, reinició seguro y mirando al frente, su (in)digno camino por la vida.
Se refería sin duda, a la muerte en el fuego purificador, de Ivonne, con su hija Anel de cinco, y de Bastián de dos años, aferrado fuertemente a ella como madre salvadora (que no pudo ser).
Murió y vivió como una real heroína de nuestros tiempos.
Después de salvar a otros dos hijos mayores, entró, ya media quemada, por los menores,pero el techo se le derrumbó encima.
Sus muertes se produjeron, porque vivía encerrada por la pobreza y sus rejas, necesarias en los guetos, aunque se viva en un tercer piso, para no ser asaltada.
Lo último que le gritó a su hija mayor, fue “ ya no hay caso, cuida de tus hermanos.”
Y sus sueños de “cambiarse a una casa con jardín para que sus hijos corrieran y anduvieran en bicicleta”, quedaron sepultados bajo los escombros humeantes de la desigualdad y la marginalidad.
Por eso es, que mi amigo, “el hombre basura”, jamás se irá a vivir en un gueto.
Prefiere seguir caminando y caminando por el medio de la calle.
Es más digna y segura (advierte con la sabiduría de la “condición de calle”).-“Así soy más libre-”, me gritó antes de desaparecer definitivamente, como uno de los fantasmas urbanos, que pueblan muy a menudo, nuestra hermosa ciudad…