“El pueblo que no sabe leer ni escribir es fácilmente engañado”.(Diario del Che Guevara).
Hoy podría ser: el pueblo masa, que sólo se guía por imágenes, emociones (y encuestas), es fácilmente engañado.
Cuando se acercan las elecciones, y el tele ciudadano consumidor, es decir, nosotros, tomaremos decisiones que marcarán el rumbo de nuestro país en una época turbulenta e inestable, donde los liderazgos políticos cada vez son más débiles y volátiles, y donde parece que la voz en la calle del nuevo poder del “ciudadano indignado”, termina por remplazar a los organismos e instituciones que deberían mediar, agregar, aglutinar, conducir y representar los intereses de las personas, y donde hace mucho tiempo desapareció el lugar, donde el estado y el pueblo se escuchaban en la búsqueda del bien común y personal, y cuando las diferencias entre las apariencias y la verdad se hacen cada vez más difíciles de distinguir, y cuando cada vez más se acrecienta la admiración por los poderosos y el desprecio de los débiles y aumentan sus desigualdades, y cuando la vida cada vez parece valer menos, se hace cada vez más imperiosa la necesidad de una reflexión sobre la posibilidad de una búsqueda de sentido, que pueda iluminar el futuro desde un fondo ético que transmute el bien personal en el bien común.
La capacidad de asombro, que busca la belleza en el silencio, la reflexión crítica orientada a la verdad y la búsqueda de lo absoluto en la necesaria relatividad, y la búsqueda incesante de los “patrones que conectan”, que relacionan hechos, circunstancias y comportamientos, parecen ser buenos caminos para lograr lo anterior.
Y si se suma a lo anterior, la responsabilidad de la aceptación y la acogida de la otra persona en sus diferencias, sumado a la capacidad de entender, comprender e intuir la realidad y la vida, se configurarían algunos caminos básicos que nos permitirían lidiar con la complejidad de la vida actual, con menos posibilidades de engañarse, y “ser engañados”.
Recordemos antes de finalizar, una cita actual de un diputado español, a la luz de la crítica realidad que vive ese país.
“Vivimos una época de liderazgos débiles y discursos banales. No surgen grandes nombres ni en la Universidad, ni en la Iglesia, ni en el parlamento… ¿Y que se puede esperar de los políticos si sólo piensan en los 20 segundos que les va a dedicar la televisión o en los 140 caracteres de Twitter? Ahí sólo hay sitio para lo escandaloso y lo trivial”.
¿Aplicable a nuestra realidad? Amerita por lo menos, una reflexión crítica.
Bien vale la pena recordar finalmente, que en la construcción diaria de nuestro destino, no podemos olvidar la importancia de mantener siempre en la mirada al futuro, las utopías (sueños que alcanzar en la esperanza y el sentido), reconfiguradas en el desencanto y la alegría (la aceptación y manejo de la dura y feliz realidad).