“Algún día podré comprarme un par de zapatos sin que me duela la guata”.
Así le dijo la señora de mediana estatura a la mujer que desde que desde hace décadas, vende diarios y revistas frente a las “Torres de Fleming”.
Y se alejó hacia su departamento caminando sobre las hojas resecas, vestida con su jersey de lana blanca, porque ya comienza a hacer frío en este otoño, especialmente para los jubilados, y los más pobres.
Por suerte va a aparecer pronto la nueva encuesta para ser medidos, y saldrán las nuevas cifras de la pobreza, acompañadas de todo tipo de explicaciones e interpretaciones.
Quizás ella no esté incluida en ese quintil, y orgullosamente pase a ser “clase media”, y dejará de tener frío, y se comprará zapatos sin que le “duela la guata”.
Y hablando de medicamentos, habitualmente los compro en la farmacia de la esquina, esa, la del mismo barrio, en la calle desilusión.
Los lunes en la noche se llena de viejitos y viejitas que cotizan largas recetas. Mascullan desalentados las ofertas de precios, y finalmente pagan a regañadientes, usando casi siempre tarjetas de descuentos para jubilados.
Y sueñan despiertos, mientras caen algunas gotas del cielo oscuro otoñal.
Algún día, los medicamentos para ellos, tendrán precios más bajos, comentan vanamente esperanzados.
Como hay que sacar número, ese viernes esperé hojeando un reportaje sobre el “gueto” de los pobres, en Bajos de Mena, Villas El Volcán, de Puente Alto.
Allí, donde viven 120.000 personas sin servicios bancarios, tiendas restaurantes, farmacias, plazas ni centros de diversión, salvo máquinas tragamonedas, y mucha, mucha droga y delincuencia.
En algún momento recorrí algunos de sus centros sociales, y quedé impresionado por la pobreza indigna en “viviendas sociales”, donde por ejemplo, vive una familia de 7 en 45m cuadrados.
El 65% corresponde al primer quintil, pero todos son pobres, muy pobres.
Más bien de la nueva pobreza, que no puede ser medida con los estándares e indicadores actuales.
De esa pobreza eco -sistémica, auto –organizada, y de alta complejidad, que sólo se deja atrapar por modelos casi cualitativos de esa realidad en particular. Allí donde no existe la relación lineal de causa económica, y efectos psico -socio económicos y culturales.
Sólo son personas pobres, con una existencia pobre, en una realidad y mundo pobre, en un entorno que es menos pobre, o más rico, y que a su vez, también las hace más pobres.
Joder. ¡Qué pobreza!
Y todos pensando y soñando… “Alguna vez…”
¡Por fin mi número!
“Una cajita de aspirinas para la esperanza, por favor”…
¡Que sea barata! (y de 100 mg., para prevenir los infartos).