Cuando una persona va al médico, tanto el protocolo técnico como el proceder de la práctica clínica, así como el imaginario social, realzado por los hechos y las costumbres, sostienen que el observado es el paciente por el médico que lo recibe y lo atiende. El profesional está entrenado para mirar, escuchar, oler ó palpar, con el único objetivo de obtener información del consultante y extraer de su cuerpo la mayor cantidad de signos que le orienten a descubrir si hay o no enfermedad y de ser así, de qué entidad nosológica se trata.
En estos tiempos y siguiendo al célebre sociólogo Luhmann [1] los sistemas sociales no están conformados por hombres ni por acciones, sino por comunicaciones, y asevera con total convicción que “el sistema es comunicación”.
Así, en el acto sistémico descrito actúan medios simbólicos como las prácticas médicas propias de la semiología clínica y la postura y actitud del consultante que busca y espera del profesional que lo explora.
Si bien el médico aplica una técnica de observación aprendida y para la cual fue cuidadosamente entrenado, el consultante (también llamado “paciente”) observa atentamente todo lo que va aconteciendo y lo va reteniendo en su memoria como si estuviera filmando y grabando cada segundo de este proceso.
El consultante es capaz de realizar auto descripciones, es decir transcribir sus observaciones o señalamientos de aquello que distinguió, generándose un conocimiento del hecho a través de su propia experiencia y desde lo que antaño era “el paciente observado” que ahora se ha transformado en el sujeto que observa, es decir la auto referencia misma como fundamento del conocer y del actuar.
Gran parte de los reclamos en salud -referidos a la atención y en especial a la atención médica- ponen en evidencia y transparentan este fenómeno de comunicación donde lo que era antes “objeto, paciente, observado”, emerge como “sujeto, consultante y observador”.
Esta reflexión exhorta a la deconstrucción misma de la entidad de “relación médico–paciente”.Es probable que este sea el núcleo que ha revertido y volteado todo el modelo de asistencialidad clínica y la forma de relación -comunicación- del ciudadano con el sistema de atención médica.
Los sujetos observan, distinguen, autodescriben y van generando conocimiento “y verdad” desde su propia experiencia, muy distinta y usualmente opuesta a aquella del médico.
Así descrito el observador (el paciente) -que expone a través del reclamo tales descripciones- se ve a sí mismo como un denunciador y admonitor sin poder reflexionar dicho rol. A su vez, el observado (el médico), persevera en su rol de prestigio y autoconfianza sustentados en sus tremendos conocimientos científicos, no así en lo que sabe respecto de su “observador” ante el cual es aún ignorante y cándido como “observado”.
Siguiendo a Luhmann, las auto-observaciones y auto-descripciones de la sociedad son siempre operaciones comunicativas, por tanto existen únicamente en conexión con acontecimientos del sistema.
Deben presuponer que el sistema ya existe, por eso nunca son operaciones constitutivas sino siempre posteriores, las cuales tienen que ver con una memoria anteriormente formada de manera altamente selectiva.
El sistema no puede escapar a su propia historicidad, siempre debe partir del estado en el cual el mismo se ha colocado. Lo que antes se mostraba como un cosmos ordenado, ahora se presenta como ámbito de posibles catástrofes.
La posición de “paciente” ponía al sujeto como objeto de observación y jamás como sujeto que observa, puesto que este siempre fue un rol atribuido al médico en su crédito y prestigio de profesional entrenado para observar y decidir respecto a su paciente.
Puesta hoy día la autonomía en el sujeto enfermo, así como el poder decisivo respecto de su cuerpo, nada tiene que decir el médico, una vez cumplida su tarea de diagnosticar y orientar con el conocimiento que posee y ostenta, y de acuerdo al principio ético de no dañar.
El desencuentro es irreversible, el cambio de roles es impactante, parece ser que si la sociedad plasmada en esta comunicación médico-“paciente”, no se cambia radicalmente a sí misma, se auto eliminará, si es que ya no lo está.
Las posibles catástrofes, evidenciadas en esta crisis de relación comunicacional, se convierten en desarrollos catastróficos en marcha. Y ante la emergencia, como puede serlo un hecho negativo dentro de la atención médica, se justifican las exageraciones, las moralizaciones, las acusaciones, los desplazamientos semánticos de lo posible a lo real, lo que exige renunciar a la reflexión.
El cuidado de nuestra sociedad apela al miramiento de todas las personas; es probable que unos tengan más herramientas para ayudar y sostener a otros, los cuales necesitan de aquéllos. Es una bidireccionalidad que demanda reciprocidad entre el observador y el observado, no siendo el uno subordinado del otro.
[1] Luhmann, Niklas. “La sociedad de la Sociedad”, 2006