El actual momento político y social de Chile se caracteriza por un debate profundo sobre las políticas públicas en sectores sociales, especialmente en educación, pero también en salud, desarrollo urbano, seguridad ciudadana, entre otros.
La oferta de reforma a la educación se inscribe en medio de un componente dramático de este proceso que ha sido la desvalorización del sector público educacional, especialmente al nivel de los establecimientos municipalizados de educación básica y media. La estratificación y exclusión consiguiente en la educación para pobres, medios y ricos, forma parte de una secuencia que se lamenta y que parece no tener soluciones fáciles.
En salud la realidad es afortunadamente distinta pero no exenta de una imagen deteriorada del sector público. Las crisis de atención en hospitales y consultorios, los errores médicos, las muertes y accidentes injustificados ante la opinión pública, generan críticas y comentarios negativos sobre el personal, los establecimientos y su desempeño.
Paradojalmente, las encuestas, reflejando una opinión negativa sobre el desempeño del gobierno en salud, abogan mayoritariamente por más recursos para el sector. (Encuesta CEP, Agosto 2014).
La disposición a pagar de la población en salud sigue siendo también alta y el gasto de bolsillo en nuestro país es muy alto, del orden de 45% del gasto total en los quintiles más pobres (Cid, 2014).
Los eventos de salud pública, brotes epidémicos (cólera en 1991, influenza en 2009, meningitis por meningococo W135, 2012-2013, casos aislados de sarampión en 2015) o crisis ambientales (Freirina, contaminación aire y agua por planta procesadora de cerdos 2012), provocan reacciones comunitarias de gran magnitud, movilización social y aceptación disciplinada de las decisiones de la autoridad sanitaria. Este hecho es muy positivo de parte de la población.
Existe una realidad distinta en la atención médica del sistema de salud pública. El segmento mayoritario de los chilenos, 75% se atiende en el sector público y salvo excepciones de prestaciones compradas desde el Estado a privados en ciertas áreas, la provisión de atenciones es masivamente pública.
El sector público proveedor está compuesto por 212 hospitales, 61 de alta complejidad y el resto de capacidades menores. Para atención ambulatoria se cuenta con 2125 centros en 2008, de los cuales 945 son de atención primaria, 1165 postas de salud rural y 15 centros de atención ambulatoria de especialidades. En el mismo año de 2008, se registran 17.185 médicos, 3429 dentistas, 8002 enfermeras, 4476 matronas, 475 farmacéuticos, 2037 nutricionistas, entre otros profesionales. (Compendio INE 2010)
Esta abundante infraestructura pública y sus recursos humanos producen anualmente 23 millones de consultas, atienden 156 mil partos de los cuales son 62 mil cesáreas, dando un 70% del total (248.000 total Chile), realizan 569.512 intervenciones quirúrgicas mayores (DEIS, MINSAL 2012)
En la salud pública de carácter preventivo se entregan 3.8 millones de dosis de vacunas programáticas y 2,9 millones de vacunas anti Influenza a niños y adultos, se realizan 600.000 controles de embarazo, 1.467.446 exámenes de medicina preventiva, se entregan 4,5 millones de kilos de leche y otros alimentos (datos anuales para 2012 y 2013)
Detrás de estos números hay satisfacción de los usuarios y muchas historias notables que son preciso rescatar y difundir. Cada uno de los que trabajan y son servidos en los hospitales, consultorios y postas de la salud pública tienen alguna historia que contar.
Entre los hechos negativos y que generan una mala imagen están los casos de error médico en los hospitales, las listas de espera de consultas de especialista y de intervenciones quirúrgicas, los conflictos gremiales, las carencias de médicos especialistas y de medicamentos en los establecimientos públicos. Basta con recorrer la prensa de los últimos años para verificar que los hechos negativos tienen alta cobertura.
En la vertiente positiva de la atención y en las historias vividas tenemos ejemplos notables y casos emblemáticos de atención de salud que reflejan la calidad y aprecio de las acciones de salud por parte de los equipos.
Algunos hospitales se hacen famosos y queridos por la comunidad por el liderazgo de sus directivos casos como los establecimientos infantiles como el Dr. Exequiel González Cortés y Dr. Calvo Mackenna, otros por su buena relación con la comunidad como los de Chillán, Instituto Nacional del Cáncer, El Pino de San Bernardo, otros por su capacidad técnica como el Instituto de Neurocirugía. Su existencia y buen desempeño tienen menor cobertura de prensa pero están reconocidos por la opinión pública y deben ser destacados.
La educación pública está desvalorizada y marginada, si nos sucede lo mismo en la salud pública estaríamos autodestruyendo como país uno de los motivos de orgullo de nuestra república.
Debemos evitarlo a toda fuerza ya que la historia, políticas y estructura de nuestra salud pública son una creación colectiva, sólida, producto de conservadores y progresistas, laicos y cristianos, humildes y letrados.