Cada tanto los medios impactan con la noticia de un gran quemado. Ahora es Marco Antonio Cuadra, trabajador del Transantiago que se quemó a lo bonzo.Para nosotros, los que nos hemos hecho cargo del tratamiento de estos pacientes en la Unidad de Quemados de la Posta Central, la situación nos conmueve y nos motiva a buscar nuevos caminos para optimizar la calidad de nuestra atención.
Sin embargo también nos impacta el carácter esporádico de la preocupación. Pareciera que el dramatismo de los hechos golpea en el momento pero luego deja de preocupar, se olvida y cuando se produce el desenlace casi deja de ser noticia.
Impacta también este tipo de preocupación coyuntural que no se pregunta por los temas de fondo. Marco Antonio Cuadra es sólo uno de los pacientes hospitalizados en nuestro Servicio por esta causa. Otros tres, que no aparecieron en los medios comparten, ahora en estos días, ellos y sus familias la misma tragedia.
No se suele comunicar que un porcentaje elevado de los pacientes grandes quemados son víctimas de la autoagresión. Todavía no hemos logrado generar una preocupación específica por comprender el fenómeno, entender sus causas y buscar caminos para impedir que un grupo no menor de nuestros conciudadanos llegue a tomar la dramática decisión de quemarse a lo bonzo.
No todos fallecen. La reducción sostenida de la mortalidad de los grandes quemados desde 75% a 30% y menos, que hemos venimos alcanzando desde la intervención del 2005 y la incorporación de estos pacientes a la Garantía Explícita en el 2007, los incluye.
Nosotros no hacemos distinción de etiología. Todos son grandes quemados. 200 al año, más o menos, cada vez más numerosos, más extensos, más graves, más complejos, con mayores riesgos de complicaciones y, sin duda, al superar la fase aguda, al conseguir sobrevivir, requieren todavía un enorme apoyo para alcanzar el llamado pleno reintegro psico-social.
Sobreviven pero con secuelas físicas: estéticas y funcionales, y psicológicas. No pocas veces deben superar además la discriminación.
Ayer un periodista me preguntaba ¿Tienen todos los medios necesarios? No. La aplicación de nuevos protocolos terapéuticos consiguió mejorar la sobrevida pero, cambios generan cambios.
Ahora, ya lo decía antes, tenemos pacientes más extensos, graves, complejos, de mayor edad. Nuestra mayor fortaleza está en el equipo humano y nuestra gestión clínica.Pero la infraestructura que en un momento significó un paso adelante hoy nos ha quedado chica y se convierte en un obstáculo. Hicimos el 2010 un proyecto para tener un nuevo servicio en la Torre Valech. Eso desapareció, ya no está.
Hay que repensar el problema. Se requiere otra planta física, una puesta al día del equipamiento. Desarrollar el equipo humano, formar más especialistas, destinar los recursos e incentivos necesarios.
Se entiende que la Garantía garantiza el tratamiento completo. Eso debiera incluir todo lo que va entre la superación de fase aguda con el cierre de las heridas y el reintegro. Se necesita generar las condiciones para que eso sea una realidad.
Mañana seguiremos adelante con el tratamiento de Marco Antonio. Compartimos con su familia que no conocemos el resultado. Igual que hiciéramos hace más de treinta años intentaremos lo posible. Así es como progresamos, apoyados en lo que nos enseña cada paciente. Por eso es que también hace muchos años al perder uno de ellos dijimos que “hay quienes aun falleciendo aportan vida” que se capitaliza en experiencia que ayudará a aquellos otros pacientes que desdichadamente seguirán llegando.
Quisiéramos que la preocupación por los grandes quemados y sus causas de fondo no fuera sólo esporádica. No sólo en los medios, en la opinión pública, en la ciudadanía, en los que toman las decisiones.
Eso permitiría dar sentido y capitalizar de veras los sufrimientos de los grandes quemados y tal vez conseguiría asegurar su pleno reintegro a la sociedad.