Desde hace varios años que en materia sanitaria vivimos en una permanente brecha, falta de especialistas, de camas, de equipamiento, de infraestructura y de hospitales.
Esta situación se agudiza aún más en tiempos de crisis, ya sea por el aumento de las enfermedades respiratorias, congestión de los servicios de urgencia o listas de espera por consultas y cirugías.
Con justa razón, autoridades y expertos concuerdan en la necesidad de fortalecer la salud pública, donde se atiende el 80 por ciento de la población, integrada en un número importante por niños y adultos mayores, que ahora que se avecina el invierno y con las bajas temperaturas, representan el rostro más vulnerable, frágil y débil de un sistema que desde el punto de vista social es brutalmente desigual.
Ahora, imaginemos que de un momento a otro dicho déficit de recursos se resuelve.¿Ello será suficiente o el problema va más allá de una necesidad material y lo que se requiere es una solución más de fondo que pase por una gestión efectiva de recursos tanto humanos, como técnicos y financieros?
A mi parecer, además de lo anterior, es indispensable una administración en salud, en la que participen médicos e ingenieros comerciales, con la opinión de funcionarios y usuarios, pero también, pues muchas veces quedan en un segundo plano, los profesionales y equipos de salud.
Porque, ¿de qué sirve terminar con las brechas, las colas en los consultorios y la espera en sillas de rueda y camillas, si no consideramos también las condiciones de trabajo de quienes reciben, atienden, cuidan y curan todos los días del año?