En septiembre pasado se difundió el primer caso comprobado de contagio de hepatitis C desde un paciente portador a otro sano, a través del uso de instrumentos odontológicos.
Esto ocurrió en una clínica dental de Tulsa, Estados Unidos, donde se encontraron instrumentos oxidados y uso reiterado de agujas para los procedimientos médicos. En este aterrador ambiente se obtuvieron las muestras que el Centro de Prevención y Control de Enfermedades de EE.UU., utilizó para realizar las pruebas genéticas que le permitieron comprobar que hubo una efectiva propagación de la enfermedad debido a las condiciones poco sanas del establecimiento.
¿Puede esta situación ocurrir en Chile? Todos los centros de salud del mundo están expuestos a microorganismos patógenos que podrían transmitir eventualmente enfermedades y generar infecciones intramuros.
En nuestro país, los requisitos técnicos y administrativos que rigen la autorización de salas de procedimientos odontológicos, provienen de las especificaciones de nuestro Código Sanitario y de una serie de reglamentos, ordenanzas y normas emitidas complementariamente para precisar lo que se requiere. El cumplimiento efectivo de todo lo solicitado deriva en la entrega de la Resolución Sanitaria, que le permite al establecimiento funcionar de acuerdo con la ley.
La Resolución Sanitaria colgada en los muros de una clínica odontológica es la primera prueba del interés genuino del odontólogo por el bienestar de su paciente.
En un ítem de la Resolución Sanitaria se especifica las condiciones que debe tener el “área para lavado, preparación y esterilización de equipos, instrumental e insumos”; ello porque las entidades internacionales de salud,como por ejemplo la American Dental Association,consideran a todos los pacientes que acuden a un consultorio dental como portadores de agentes infecciosos que pueden ser transmitidos de una persona a otra a través de instrumental contaminado con restos orgánicos, sangre o saliva.
En este escenario la esterilización de instrumentos es una de las principales medidas para evitar la transmisión de enfermedades en odontología. Pero también existen otras como la utilización de material desechable (agujas, eyectores de saliva, aspiradores quirúrgicos, vasos, baberos, servilletas, guantes, gasas, bisturís, etc.). La desinfección del equipo dental y superficies. El uso de técnicas de barrera (guantes, mascarillas, gafas, uniformes). El tratamiento correcto de los desechos y la higiene en el laboratorio.
Entre las enfermedades conocidas que se pueden transmitir por material no esterilizado están las hepatitis B,C y D; el SIDA; diversos tipos de herpes; las aftas orales; la infección entérica; la mononucleosis ; gripe; tuberculosis; parotiditis; varicela y la rubeola con las consecuentes lesiones fetales.
En la formación universitaria este tema está presente desde el primer año,en el ramo de microbiología, hasta las especialidades clínicas, ya que se tiene plena conciencia de las consecuencias que una falla en la esterilización puede provocar para la vida de todos los involucrados, incluido el dentista responsable.
Si bien no es un delito en sí no esterilizar los instrumentos odontológicos, es una falta gravísima de ética profesional.En mi caso, como manera de controlar los procedimientos que se dan al interior de la clínica y para asegurar que todo esté estéril y desinfectado, en cualquier momento del día a cualquiera de mis asistentes, lo invito a sentarse en el sillón para realizarles una revisión dental. Nuestra lema es: “desinfectar entre paciente y paciente como si tú fueras el próximo”.
Cuando no hacemos propios nuestros cuidados en esta área, claramente estamos poniendo en riesgo el bienestar de quienes confían en nosotros para obtener una genuina solución de salud, aumentando las posibilidades de replicar el caso ocurrido en Estados Unidos, en cualquier parte del mundo, incluso de Chile.