Nuestro Parlamento ha protagonizado un absurdo que por añadidura ha resultado trágico, se ha ocupado abundantemente del “aborto terapéutico” que nunca ha sido ni podrá ser un problema real para Chile y ha omitido hasta la mención del drama real que afecta profundamente la nación,el aborto efectivo y clandestino que nos abruma.
Efectivamente el aborto terapéutico se materializa en tres situaciones episódicas: un feto deficiente, un feto amenaza, un feto producto de violación. Casos que ni en la práctica, ni en principio han sido problemas concretos en el país.
Mientras tanto, año tras año se efectúan en Chile decenas de miles de abortos clandestinos que significan dramas a veces sin remedio para la salud física y la sanidad mental de las afectadas.Ignorar este problema es realmente criminal.
Lo que pasa es que el Parlamento no sabe cómo solucionar el problema. Su solución es por tanto ponerlo bajo la alfombra, pero mientras tanto se produce un hecho realmente trágico que preferimos ignorar.
Ante todo pues, se impone averiguar la realidad sobre la práctica del aborto en Chile.
El estudio más serio efectuado sobre este tema es de Aníbal Faúndez y José Barzelatto en su libro titulado “El drama del aborto. En busca de un consenso” (2004).
El citado libro estudia el aborto a nivel mundial comparando las tasas de los países desarrollados, los países en desarrollo y los no desarrollados, señalando las naciones donde el aborto inducido es legal y donde no es legal. Dice.
“…Los abortos inducidos realizados en América Latina son ilegales en su enorme mayoría, con la excepción de Cuba, Guyana y algunos países angloparlantes del Caribe. A pesar de su ilegalidad, la tasa de abortos en algunos países latinoamericanos como Chile, donde el aborto no se permite en ninguna circunstancia, se calcula en 50/1000…” (50 abortos por mil mujeres en edad fértil) (cap. 3, pp.58-61)
También Juan Pablo Figueroa en Reportajes de Investigación, “Chile un país abortero”, publicado en 2008, expone lo siguiente:
“A pesar de que en Chile el aborto es condenado judicialmente en todos sus preceptos –el aborto terapéutico se incluyó en el Código Penal en 1989, a fines de la dictadura-, en los estudios internacionales sobre el flagelo, el país aparece citado varias veces: es uno de los tres que lo penaliza por completo y sus tasas duplican las de naciones donde el aborto es legal, como EE.UU. y Canadá. Además, según un informe realizado en 2004 por el Dr. Aníbal Faúndez coordinador del Comité de Derechos Sexuales y Reproductivos de la Federación Internacional de Ginecólogos y Obstetras, Chile posee la mayor cantidad de embarazos interrumpidos de Latinoamérica. Las cifras, basadas en los registros de arrestos, muertes y egresos hospitalarios por dicha causa, hablan de 40.000 abortos clandestinos anuales y una tasa de 50 por cada mil mujeres en edad fértil.”
Expuestos estos datos recalcamos nuevamente lo absurdo y criminal que resulta el discutir tan largamente la legitimación del aborto terapéutico que abarcaría unos 10 casos en el año y prescindir de los abortos efectivos y clandestinos que abarcan un mínimo de 40.000 anuales y que son nuestro verdadero drama.
Tengamos en cuenta que las estadísticas demuestran que donde la ley se ocupa de nuestro problema, los abortos clandestinos se reducen tal vez en un 50%,
Es cierto que con la reducción de los abortos clandestinos aumentarían los abortos permitidos.Pero estos se harían en mejores condiciones sin tanto daño biológico y sicológico.
Respecto a los traumas psicológicos que quedan después de las prácticas de aborto clandestino que se practican tan abundantemente, podemos dar testimonios abundantes.
La solución del problema no puede ser simplemente la legalización del aborto, es decir que todo el que quiera abortar pueda sin más acceder a los instrumentos apropiados y a la atención debida.
Se trata de un problema complejo y debe estudiarse a fondo la mejor solución.
Se trata de encontrar la solución más humana que pueda evitar los enormes daños que implican los abortos clandestinos hechos sin ninguna seguridad con perjuicio tanto para lo físico como para lo psicológico del paciente.
No proponemos ni insinuamos solución alguna. Suponemos que en el Congreso, hombres sabios que se ponen en contacto con situaciones tan trágicas encontrarán solución por encima de posiciones ideológicas doctrinales.