¿Sabía usted que cuando va a una consulta médica, dental o de cualquier especialidad clínica, el profesional que lo atiende debe llamarlo por su nombre y ser respetuoso en todo momento; tiene la responsabilidad, además, de explicarle claramente los procedimientos que aplica, junto con demostrarle una actitud amable y correcta?
Parece algo muy obvio, casi de sentido común. Sin embargo esta obviedad tuvo que ser declarada oficialmente a través de la Ley de Derechos y Deberes del Paciente, promulgada el 1 de octubre de 2012 en nuestro país, cuyo objetivo es resguardar los principios básicos de atención en salud en el sector público y privado.
En el ámbito dental, tener estándares básicos para entregar los servicios es fundamental para la seguridad y el bienestar de los pacientes, alejando así la visión negativa del temido “saca muelas” que en el imaginario popular refleja a aquellos dentistas poco profesionales.
Si analizamos bien cuál sería la fórmula para que la atención odontológica chilena mejore su calidad, nos damos cuenta que requiere del ánimo y la colaboración tanto de dentistas como de pacientes.
La persona que se atiende debe tener una actitud más abierta a escuchar cuál es su diagnóstico, junto con preguntar y entender los alcances de su tratamiento.
En los casos que corresponda, debe leer y firmar un Consentimiento Informado –procedimiento médico formal que declara la obligación de respetar a los pacientes como individuos y respetar sus preferencias en cuidados médicos-, cuyo propósito es protegerlo y hacer válidas las garantías. Muchas veces por fobias previas al dentista, el paciente llega con la actitud irreflexiva de “sáqueme la muela ahora” y se cierra a la instancia de poder salvarla.
El odontólogo, por su parte,debe tratar al paciente como un todo y no sólo como una boca.
En la universidad, un profesor muy querido, siempre decía: “chiquillos recuerden que los dientes están en la boca, la boca está en la cara, la cara tiene un cuerpo y ese cuerpo tiene un alma”.
Si los pacientes no se sienten tratados de manera integral como personas, ellos están en la obligación de hablar con el profesional y explicarle su molestia. La idea es ir generando una relación de confianza médico-paciente, que propicie el mejor ambiente para desarrollar la atención.
En un ámbito más concreto, mi consejo a todas las personas para elegir una clínica odontológica es que se fijen en que ella cuente con los permisos básicos: patente municipal visible; permisos del SEREMI para poder ejercer como clínica y para el funcionamiento de todas sus instalaciones.
Por ejemplo, si cuenta con sala de radiografías, ésta debe tener un permiso especial y así cada una de sus instalaciones.Asimismo, verificar que los profesionales que los atienden tengan sus títulos y especialidades reconocidas por la Superintendencia de Salud.
Una clínica autorizada y legalmente habilitada debe tener todos estos documentos al día y cumplir con normas mínimas de bioseguridad que se encuentran a la vista del paciente y son fáciles de verificar: uso de mascarillas y guantes; instrumental a utilizar esterilizado(ojalá que cada paciente vea como se abren las bandejas); contenedores para eliminar material corto punzante ( agujas);limpieza, buena iluminación y que el personal tanto administrativo como de salud, tenga una actitud amable y profesional siempre.
Y para que todo fluya correctamente, el paciente debe ser trasparente. Es su obligación declarar sus enfermedades pre existentes y contestar su anamnesis con total verdad.Traer y realizarse los exámenes que le soliciten, ser respetuoso con todo el personal que lo atiende, además de cumplir con el horario de atención.
El mejoramiento del estándar de la atención dental es un tema que no sólo conozco por mi calidad de cirujano dentista y laboratorista dental, me he acercado a el desde distintos enfoques.
Desde hace un año, integro el Comité de Buenas Prácticas de Chilesonríe y con el resto de los integrantes de esta agrupación, trabajamos para que las normas descritas anteriormente se cumplan en todas las clínicas de la Red, desarrollando e impulsando protocolos de atención; revisando los curriculum de los odontólogos y verificando las resoluciones sanitarias de cada centro dental. Impulsamos, también, un innovador sistema de contraloría, que elige al azar a pacientes con sus tratamientos terminados para ser evaluados por odontólogos externos a la empresa.
Al mirar en retrospectiva mi formación y desempeño profesional, puedo decir que no sólo me ha motivado la intención de brindar un correcto servicio a mis pacientes.
He trabajado para difundir entre mis colegas y la comunidad, la idea de que el mejoramiento de los servicios dentales depende de todos nosotros y que junto con cumplir la legislación sanitaria vigente, los profesionales de la salud dental debemos tener la sensibilidad necesaria para nunca olvidar que atendemos a seres humanos que merecen respeto y calidad de nuestra parte. No son sólo “bocas”.