Chile presenta en su historia materias en las cuales tiene una tradición de excelencia; una de ellas es su manejo de los problemas llamados infecto contagiosos.En este ámbito su experticia no solo se refiere a su competencia técnica sino que al manejo que el sector ha tenido en su relación con la opinión pública.
La evidencia de esta afirmación se puede encontrar en la modificación de las causas de muerte en los últimos 60 años, donde las infecciones dejaron de ser un problema frecuente y en el enfrentamiento en forma de campaña de problemas como las infecciones de invierno, el brote de cólera de comienzos de los años 90 y recientemente en los logros sanitarios en la pandemia de nuevo virus Influenza de 2009.
La base de estos logros están en el rol de la autoridad sanitaria del sector, la vigilancia epidemiológica que corresponde a una estrategia de seguimiento regular de los problemas de salud más serios y de respuesta oportuna frente a la aparición de fenómenos nuevos, ya sea porque se trata de uno nuevo como ha ocurrido con el Hanta o problemas crónicos o endémicos, pero que se hacen más frecuentes como ha ocurrido con el caso de la meningitis.
Otro gran recurso de control de las enfermedades infectocontagiosas ha sido el viejo programa de inmunizaciones ejemplo para todo el mundo por sus elevadas coberturas.
Respecto del rol de la autoridad sanitaria, es decir, de aquella función de informar e indicar qué hacer en casos de emergencia de situaciones nuevas, su base reside en la oportunidad, certeza, honestidad y excelencia de lo que dicha autoridad vaya planteando a la población.
Por el contrario, faltar a la verdad, actuar tardíamente o cambiando la indicaciones y sin excelencia, minan justamente una de las herramientas fundamentales del control de este tipo de problemas.
Por ejemplo, salir inoportunamente a la prensa con mensajes confusos, tratando de mostrar que se es eficiente sin serlo, en el ámbito de la conducción de la estrategia de enfrentamiento, atenta a la fe pública. La autoridad del sector no puede nunca abandonar su rol de garante de la salud de la población y por lo mismo se le exige una rigurosidad extrema cuando su rol es de conductor.Este es el error más grave que se ha cometido en esta contingencia, pero no ha sido el único.
Mientras por un lado se intenta mostrar que se es eficiente y no se es, también se manipula la información, se niega que estamos frente a un brote epidémico, y si lo es, ya que estamos en una situación de aumento inusual de casos, producto además del aumento de la frecuencia de un agente causal que normalmente no supera el 10 o 15 % de los serotipos responsables de la meningitis meningócica y que ha aumentado la letalidad (porcentajes de muertos por la enfermedad) de más o menos 14 a 22 %.
Es decir, estamos en un aumento inusual de casos, que corresponde a la definición de brote epidémico. Pero esto exige además hacer un adecuado dimensionamiento del riesgo, que ha subido de 0,4 a 0,6 por cien mil habitantes, vale decir un riesgo bajo y que además por la evidencia de la curva de incidencia y la habitual disminución de los casos que se produce en la estación cálida, el brote tiende a su declinación; por esto, crear alarma pública con un mensaje comunicacional destinado solo a mostrar eficiencia ha sido un error.
Por lo demás, si bien la vacunación es recomendada en situaciones de brote, y por lo tanto la decisión de hacerlo ha sido la correcta, está especialmente destinada a eliminar de la circulación poblacional este germen y las medidas de protección individual residen en las habituales acciones de cuidado de la salud: lavarse las manos frecuentemente, cubrirse la boca y la nariz al toser y estornudar, evitar el intercambio de saliva a través de chupetes, mamaderas, juguetes u otros y ventilar viviendas y espacios cerrados donde se produce una presencia masiva (colegios, internados, regimientos, cárceles, buses interprovinciales, etc.) por cinco horas o más.
Al sector salud, le corresponde informar a la población responsable y verazmente, vacunar ordenadamente y disponer de los recursos para cumplir las coberturas necesarias y mantener los indicadores de calidad, de tratamiento y manejo de contactos que la vigilancia epidemiológica indica desde que se encuentra funcionando, por allá por los años 2004.
Por último, cuando se comete un error, que es posible y propio de toda acción humana es necesario reconocerlo, como lo hizo el propio Ministerio el año 2006, cuando se constató una falta en el seguimiento de pacientes que presentaron un resultado positivo para el test de Elisa por VIH-SIDA y que no habían sido notificados.
Reconocer errores ayuda a crecer y fortalece, la arrogancia, daña a la autoridad que esconde sus errores en la soberbia.