Una de mis pesadillas más duras ha sido la de un padre que se ve compelido a decidir hasta donde podía llegar para proteger la vida de su hijo. En sueños veía caer a mi hijo a un río torrentoso, y yo como padre, sin saber nadar y muy temeroso de las aguas agitadas, me debatía para decidir qué hacer. Por una parte la certeza de que al lanzarme moriríamos ambos, por otra la evidencia de que no lanzarse me llevaría a morir de culpa.
Dar vida es una acción al límite de la generosidad siempre, aunque es posible concebirla como un proceso gradual, progresivo, permanente, rutinario y diario. Dar vida es parte de nuestra vida social, es el pegamento que suelda las partes individuales de una comunidad.
Dar vida construye, negarla destruye.
Dar vida hoy es ser donante de órganos para trasplantes, donar sangre, alimentar bien a nuestros hijos, estimular con sonidos y afecto a los niños en desarrollo temprano, sonreír al que nos mira.
Dar vida no es sólo darse, también es proteger y cuidar nuestra vida y la de los demás. En salud pública lo sabemos desde siempre y a veces parecemos majaderos con nuestras recomendaciones o restricciones.
Así se quejan algunos llamados defensores de la libertad que aborrecen de la ley del tabaco o la ley del alcohol y consideran que los médicos hemos invadido su autonomía mas allá de lo necesario.
Proteger el cuerpo y la integridad de la vida tiene muchas lecturas. Se debate hoy en el tema del mal llamado aborto terapéutico, se ignora en la necesidad de promover una sexualidad responsable que reconozca el papel del autocontrol, no se le respeta en la necesidad imperiosa de asumir el autocuidado antes que echarle la culpa al empedrado.
Dar la vida al extremo es morir por quienes amamos, a ello nadie está obligado pero hay muchos que lo hacen. En cuotas o al contado, como Jesús de Nazaret cuya pasión rememoramos en estos días.
Pero, ni hace falta creer en ello para entender que dar vida es una necesidad de supervivencia del género humano.
Mucho hemos avanzado desde la barbarie del sálvese quien pueda y a pesar de todas las violencias y las violaciones sobrevive la fuerza de la cooperación. En la salud nuestra vocación es dar vida, protegerla, promoverla y agradecerla siempre.