Hay casos extremos que permiten poner de relieve el conjunto de potencialidades de nuestro Sistema de Salud y la eficacia de Políticas de Estado. No es ésta una afirmación chauvinista ni autocomplaciente es sólo reconocer hasta dónde hemos llegado sin dejar de mirar el horizonte y nuestras carencias.
El diario “El Llanquihue” de Puerto Montt publica la Historia de Iván. “El hombre que volvió del infierno” titula.
Iván es de Puluqui. No creo equivocarme al pensar que muchos ni imaginan dónde es eso. Puluqui es una isla mediana frente a Calbuco mirando al Golfo de Ancud. Rural, rural y aislado, literalmente. Tengo el recuerdo de adolescente de navegar a la cuadra en alguno de mis viajes a Guaitecas.
Iván se quedó dormido en una fogata, despertó quemado desde el reborde costal hacia abajo, mas del 50% de la superficie corporal, se le calcinaron las piernas, no pudo caminar, se arrastró hasta conseguir ayuda, 24 horas después.
Lo llevaron al Hospital de Calbuco. De allí al regional de Puerto Montt. Lo estabilizaron y lo trasladaron. No había cupo en el Centro de derivación nacional en el HUAP. Un convenio FONASA prestador privado permitió su traslado.Allí lo conocí, a él y a su madre. Mujer ejemplar. Batalladora como la mayoría de nuestras madres.
Gravedad extrema, pronóstico negrísimo. Tuvimos que amputarlo de urgencia para salvar la vida y luego, tras un par de meses de tratamiento, resuelta la fase aguda lo devolvimos a Puerto Montt donde el diario “El Llanquihue” inició una campaña para ayudar en su rehabilitación.
El caso tiene muchas aristas, sólo quiero destacar el valor de nuestra Red asistencial, Calbuco, Puerto Montt, Santiago. La Garantía de acceso. Oportunidad, calidad y financiamiento. Sin la concurrencia de esa red de atención y la Garantía Explícita por Ley, sin esa política de Estado, Iván pudo no haber sobrevivido.
Queda a la vista el enorme progreso alcanzado en la calidad de la atención de Grandes Quemados. Lo que se refleja en el aumento de sobrevida. Nos muestra también lo que nos falta por avanzar para conseguir garantizar no sólo la sobrevida sino la calidad de vida. Esa es la tarea de ahora.
Hace ya como treinta años el Dr. Pedro Castillo, Maestro de la Cirugía Chilena, en alguna Jornada de Ética en el Colegio Médico de entonces, nos decía, tratando de describir el ciclo de vida profesional que el cirujano durante los primeros años de su carrera aprende, luego por muchos otros practica y que finalmente, acumulada ya mucha experiencia, algunos innovan.
Para quienes a nuestras preocupaciones médico quirúrgicas agregamos las que tienen que ver con la solidaridad, la equidad y las políticas públicas, transformamos esa idea base en otra que afirma que, el cirujano, de este tipo, en su primera etapa avanza en tratar complejos casos clínicos, pero que una vez que lo ha logrado, se vuelca a la docencia y el desarrollo de Servicios que repliquen y difundan el conocimiento acumulado y paralela o seguidamente trata de conseguir poner los beneficios del progreso al alcance de la mayoría de las personas.
Para eso se requieren políticas públicas que garanticen el acceso, la oportunidad y calidad de la atención y proveer y organizar los recursos necesarios para convertir la Garantía en realidad.
Cuando atendemos casos como éste renovamos la convicción de que, si bien lento, avanzamos en la dirección adecuada.