Con inesperada energía el Ministro de Salud Jaime Mañalich ha revuelto el agitado panorama político local con una propuesta de regulación sobre el uso de los automóviles catalíticos, mientras en paralelo ha firmado junto al Ministro del Interior un mensaje de endurecimiento para la poco efectiva ley antitabaco que nos rige.
Dos palos en una semana, a lo mejor mucho para un personaje ajeno a la política, hijo de inmigrantes pobres, según propia confesión, independiente y para colmo surgido de la medicina clínica.
El riesgo que enfrentan los ministros de salud es ser víctimas propiciatorias pues anunciaron una epidemia , pidieron restricciones o facultades y las camarillas políticas no les quieren en escena por incómodos. En esta vuelta quienes más duro le han dado a Mañalich son sus colegas de gabinete.
Casos por miles se podrían contar, de aquí cerca y del más allá.
Lo de los catalíticos podrá ser discutido, hay decenas de académicos batiéndose a “columna pelada” entre el Transantiago, las PM10 y las 2.5, la inversión térmica y el esmog asfixiante.
Hasta que viene la lluvia, bajan más las temperaturas, se inundan los callejones, se salen los canales, reaparece el virus sincicial con el brote que corresponde, se rellenan los consultorios de niños tosiendo y el sistema de salud responde con la ya probada y efectiva Campaña de Invierno.
Esa es la historia de nuestro saturado sistema urbano, crónica del subdesarrollo. Dejemos los catalíticos tranquilos por un rato. A lo mejor el ministro sólo quería llamar la atención sobre la contaminación del aire y sus consecuencias en la salud, y lo logró.
Pero la mayor reacción viene desde los inefables miembros del “Lobby” del tabaco que no perdona a los atrevidos. A estos insurgentes les pontifican desde las páginas editoriales de la prensa más cercana a sus intereses.
Y así podemos leer: “hay una excesiva secuencia de anuncios, que no tienen relación con los objetivos prioritarios y que, finalmente, no se traducen en nada concreto”. Le señalan a la autoridad sus contradicciones aparentes, los cigarrillos electrónicos, el acorralamiento a los fumadores, la amenaza a la libertad constitucional, en fin. Es visible que la lucha antitabaco está lejos de finalizada y sus síntomas son más que visibles.
Los argumentos de la industria tabacalera siguen imperturbables con todas sus distorsiones y no aceptación a las demostraciones de la ciencia y de la medicina.
No les basta que dos tercios de las muertes de los adultos estén directamente ligadas a esta droga, no les importa. El negocio es más fuerte y a través de su influencia aún pueden seguir haciendo daño.
Es indispensable continuar en el esfuerzo para erradicar el consumo del tabaco en Chile y en el mundo. La iniciativa del gobierno merece el apoyo del parlamento, de los grupos de acción anti tabaco y del público en general.
Es indispensable decir una y otra vez que las prioridades de la salud pública están en modificar los determinantes sociales y disminuir los factores de riesgo como el tabaco, el abuso del alcohol y la dieta no saludable.