Como un acierto televisivo se estrenó este domingo el “Bosque de Karadima: la serie” en las pantallas de Chilevisión, como para recordarnos que este tema no pasa. Angustia se siente al ver los dos primeros capítulos de esta serie que muestra la historia, ya mediáticamente conocida, de los abusos sexuales que el cura Fernando Karadima comete contra jóvenes de la Parroquia “El Bosque”, específicamente a James Hamilton, que en la película es llamado Tomás Leyton en la actuación de Benjamín Vicuña.
En paralelo y para que nuevamente no olvidemos este caso que hace 5 años sale a la luz mediáticamente - y quizás si no quedaría aún en la absoluta impunidad - este 30 de septiembre declaró el cardenal Francisco Javier Errázuriz por la demanda civil ante el Arzobispado de Santiago que interpusieron las víctimas de Karadima por encubrimiento, pidiendo $450 millones y un acto de perdón público.
¡Qué lejos se está de ello! Durante su declaración Errázuriz no asume encubrimiento, sí lentitud en reaccionar frente a las denuncias, y es más, afirma que sin querer los denunciantes han dañado a la iglesia por hacer estos hechos públicos mediáticamente.Qué mal. ¿Víctimas, culpables?
Volviendo a la serie televisiva que concluye este domingo. Todo comienza cuando un joven Tomás a los 17 años conoce la Parroquia “El Bosque”y se deslumbra con el cura que le dicen “santito”, quien escoge con pinzas a los jóvenes (todos niños lindos) para que lo acompañen, a nivel de ponerle la ropa, arreglarle el pelo, acompañarlo a la playa, ver televisión con él, en fin servirle, rendirse a sus pies.
La cámara muestra certeramente la interioridad de Tomás. Se puede apreciar tras la pantalla como pasa por sensaciones de seguridad, de encontrar su lugar entre las paredes de esa Iglesia, cuando era un joven y donde encuentra una suerte de“familia”, a un estado de debilidad, soledad y depresión, hasta el punto de una falta completa de voluntad, siendo incluso ya un adulto de 40 años.
Esta serie, como también lo hizo la película, muestra esas oscuridades que no queremos ver, que chocan, que angustian.Esas verdades reprimidas y que es sano “vomitar”, para depurar, liberar, transformar. La oscuridad no puede durar tanto tiempo, los secretos tampoco.
Esa “olla a presión” se transmite a través de la actuación de Vicuña, ese estado emocional que comienza por una suerte de goce, de sentirse privilegiado de estar junto a este “santo” de la iglesia.
La serie muestra una primera atracción del joven Tomás hacia Karadima, se deslumbra con su imagen todopoderosa, su voz al predicar tras el púlpito y esa adoración, ese germen, es su condena. La serie da cuenta de sus ataduras (muy explicadas también por la falta de padre, y una madre ausente, más metida en su propio mundo).Ingredientes que facilitan los pasos del cura que se mete en su masculinidad, en su matrimonio, en sus sábanas y lo más fuerte en su conciencia, en su voluntad, su libertad individual.
Hasta que viene la primera señal de despertar de esta prisión y de este engranaje, que es cuando ve la posibilidad que su propio hijo de unos 9 años pueda ser también una víctima de Karadima. Eso lo remece y se asoma un despertar. “Lo voy a denunciar”, le dirá Tomás a su victimario en el último capítulo de la serie.
Quizás la Iglesia nunca condenará en su totalidad estos abusos y qué terrible pensar que no solo ocurrieron sino que ocurren y pueden seguir ocurriendo. Sin embargo, está claro que desde que se conocieran los abusos sexuales cometidos por una autoridad de la Iglesia Católica en Chile, gracias a los cojones de cuatro de sus víctimas, la entidad eclesiástica no es ni será la misma: ésta fue una bomba que la dañó para siempre.
A mi modo de ver la Iglesia Católica en Chile -teniendo los recursos para hacerlo- no ha mostrado revertir esa imagen dañada. Al contrario sigue cometiendo errores y perdiendo credibilidad ante la opinión pública, sin sensibilidad hacia los abusados, hacia su dolor y nivel de daño, de ellos… las reales víctimas.
“Es muy penoso que no se aprenda. Se termina finalmente en una situación de que todo sigue igual, yo estoy muy dolido”, fueron algunas de las palabras de James Hamilton, el pasado 30 de septiembre tras las declaración de Errázuriz.
Opino que después del caso Karadima, que desprestigia de tal manera a la Iglesia, no todo sigue igual, la impunidad no será tan fácil y la ciudadanía será el mejor juez.