La integración vertical del subcontinente es un proceso en marcha desde la creación del Pacto Andino en 1969. En estos tiempos, Mercosur en el Atlántico y la Alianza del Pacífico son representaciones de esta realidad. Ahora corresponde a la integración horizontal y las rutas bioceánicas son el signo de esta realidad emergente.
La integración vertical se corresponde con el asentamiento en la orillas de los océanos como ha sido la tónica en América del Sur, dejando el interior del territorio en la postergación y el atraso.
Si aspiramos a convertirnos en una singular región del mundo, debemos encarar esta falta de visión del entorno país y contribuir como nación a ese propósito.
La integración horizontal de la región requiere pasar de la geopolítica de la guerra y la defensa hacia la geoeconomía del intercambio y la integración. Dicho de otra manera, la globalización y la conexión de infraestructura internacional permiten desarrollar las zonas interiores de los países, a través de carreteras interoceánicas.
A la década pasada se le denominó “Ejes de Integración y Desarrollo”, donde además de la conectividad, se incluyen las potencialidades productivas que dan valor agregado a la complementariedad subregional.
Estas vías unen horizontalmente extensos territorios de América del Sur y las autoridades subnacionales de los mismos tenían grandes esperanzas en este nuevo enfoque. Algunos de estos gobiernos han tomado hace años la iniciativa, pero al no contar con la suficiente ayuda de sus gobiernos centrales el proceso se estancó.
Es lo que sucedió con el occidente argentino, el suroeste boliviano, el suroeste de Brasil y los puertos del norte grande chileno, donde Antofagasta en su puerto emblemático.ZICOSUR es una zona creada y compuesta por entidades subnacionales que buscan integrar el centro oeste de América del Sur.
Las actividades productivas en estos territorios son crecientemente atraídas por las dinámicas economías del entorno del Océano pacífico, donde los puertos y los servicios chilenos son claves.En su momento se llegó a vislumbrar la vocación de Chile como una plataforma de servicios para el intercambio con Asia-Pacífico. Según esta visión el socio estratégico de Chile es Argentina y presumiblemente Bolivia.
Y la iniciativa tuvo tanto éxito que a poco andar colapsó la principal ruta terrestre que une Chile y Argentina a través del túnel Cristo Redentor. Hace más de una década que se opera con planes de contingencia y la democracia en realidad no ha construido un solo túnel que amerite su voluntad integradora. En cuestiones como esta encuentra sus límites la retórica integracionista.
El gobierno pasado tuvo situaciones problemáticas con el entorno vecinal y el proceso de integración se ralentizó. A pesar de haber diseñado e implementado una institucionalidad adecuada, el gobierno de Piñera descuidó los avances logrados con Argentina, primaron los desacuerdos ideológicos, se estancaron los proyectos bilaterales y el diálogo político llegó a casi cero.
En gran medida, el gobierno pasado volvió manejar las relaciones vecinales como relaciones fronterizas y descuidó el significativo avance que había realizado la seguidilla de gobiernos concertacionistas.
La política fronteriza se corresponde con una condición de recelo, desconfianza y en general inconformidad con la línea demarcadora. La política vecinal, por el contrario se corresponde con una actitud cooperativa y solidaria, cuando menos comprensiva.
Este es el salto cualitativo que han experimentado Chile y Argentina en sus relaciones bilaterales.Algo que no ha sucedido en la frontera nororiental del país.
Tampoco estar demandado ante la Corte de la Haya es gran cosa. En realidad son problemas que transcurren literalmente en el margen y lejos. Lo que importa es lo que está sucediendo con las personas que transitan por las fronteras, los servicios que para ello se requieren, la actitud con que las autoridades enfrentan las dificultades de su asentamiento, los excesos de las poblaciones acogidas y la opinión que los propios chilenos tienen al respecto.
El intercambio entre vecinos continúa al margen de los pleitos gubernamentales. Ello requiere un nuevo enfoque en la construcción de acuerdos y procedimientos conjuntos para estimular las fuerzas de la cooperación en medio de conflictos jurídicos.
Abrir nuevas oportunidades, es lo que se esperaría de una estructura diplomática moderna y eficiente.