Cuando el domingo 11 de marzo de 1990, a las 18:10 horas de la tarde, en el primer acto soberano de la política exterior chilena del Gobierno que asumía, encabezado por el Presidente Patricio Aylwin Azócar, se firmaba el Protocolo sobre Restablecimiento de Relaciones Diplomáticas entre Chile y la Unión Soviética, se iniciaba un nuevo encuentro de dos países distantes, con miradas de futuro amistosas y de cooperación multifacética.
Han transcurrido 24 años, desde la firma de ese histórico Protocolo por parte del ministro de Relaciones Exteriores de Chile, Enrique Silva Cimma, y el Enviado Especial del Presidente Mijaíl S. Gorbachov, su Consejero Principal, Vadim V. Zagladin.
Ahora, en el inicio del Gobierno de la Presidenta Michelle Bachelet Jeria, recién a fin de abril de 2014, recibimos la más importante y primera visita oficial, de alto nivel.
Se trata del ministro de Relaciones Exteriores de la Federación de Rusia, Serguéi V. Lavrov. En este nuevo ciclo político, también de nuestra política exterior, es de suyo relevante.El ser Miembros del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, uno Permanente y otro No Permanente, es un motivo de encuentro, de intercambio y de responsabilidad estratégica.
Es válido recordar que en su primer mandato, la Presidenta Bachelet hizo una visita oficial a la Federación de Rusia, en el mes de abril, del 3 al 5, de 2009, reuniéndose con el entonces Presidente Dmitri A. Medvedev.
Anteriormente, en ejercicio de su cargo de ministra de Defensa Nacional, había efectuado una visita de trabajo los días jueves 9 y viernes 10 de septiembre de 2004, avanzando en la cooperación bilateral técnico-militar.
La Federación de Rusia, sucesora internacional de la Unión Soviética como ente estatal y en las Naciones Unidas, es una potencia en la arena internacional, no sólo de carácter nuclear, sino que también en la esfera de materias primas y principales productos básicos en la economía mundial. Situar adecuadamente su rol euro-asiático es fundamental, en la actual correlación de fuerzas, en un mundo en crisis y conflictos acuciantes localizados.
Por lo tanto, debiera tenerse siempre presente, que cualquier asunto relevante en las relaciones internacionales contemporáneas tendrá que considerar en sus análisis, en sus enfoques y en sus resoluciones el punto de vista fundado de la Federación de Rusia.Las potencias de distintas regiones del planeta así lo han entendido, a veces, a regañadientes.
En este siglo XXI, el grupo de países conocido como BRICS, compuesto por Brasil – potencia regional de América Latina y el Caribe -, Rusia, India, República Popular China y Sudáfrica, es un hito cardinal y de gran trascendencia geoestratégica, para los principios de la no intervención en los asuntos internos y la autodeterminación de los pueblos.
La política exterior chilena, 2014-2018, debiera tener un atento seguimiento del renovado relacionamiento de la Federación de Rusia con los 33 Estados Miembros de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC).
La reunión de Cancilleres de su Troika Ampliada, en Moscú, el 29 de mayo de 2013, con el Canciller Lavrov, es un hito relevante que marca el decurso ulterior.Nuestros tres países limítrofes lo entienden e implementan.
Ciertamente, los abiertos y/o sutiles intentos de aislamiento de la Federación de Rusia, ya sea por parte de Estados Unidos de Norteamérica, la Unión Europa, e implementados a través de los despliegues de la OTAN, constituyen una aberrante osadía internacional.
Las situaciones inducidas y orquestadas desde noviembre de 2013 en Ucrania, son una demostración evidente de dichos propósitos estratégicos y reflejan la negación misma de la edificación de un mundo multipolar y atentan contra la paz y la seguridad internacional.
Desde el sur, y más desde este Cono Sur en el cual se extiende nuestra larga y angosta faja de tierra, existe desconocimiento, desinformación, enfoque mediático e incomprensión respecto de la política exterior de la Federación de Rusia, hacia sus fronteras y vecindad.
Los vínculos históricos, desde el siglo XVIII; los cimientos y las singularidades culturales inmanentes del mundo eslavo y el alma rusa; la común pertenencia de Rusia y Ucrania a la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas durante casi todo el siglo XX, y, los acuerdos bilaterales posteriores a 1991 y hasta el 2014, conforman un todo que no debe ignorarse.
Una adecuada y oportuna comprensión de dichas realidades, desde América Latina y el Caribe, logrará que nuestros países, a través de políticas exteriores dignas, independientes y soberanas, puedan aportar y mirar mejor esa compleja realidad bilateral y subregional, contribuyendo así a una solución pacífica y realista de las controversias internacionales.
Por tanto, las relaciones bilaterales de nuestros países con la Federación de Rusia no debieran contaminarse y/o sumarse a errados enfoques, que no son contribuyentes a la paz y la seguridad internacional y que tienen propósitos no declarados desestabilizadores.Los ciudadanos ruso parlantes, residentes en Ucrania, deben construir y definir su destino.
Situados en este contexto, y con una mirada de futuro, estimo que las relaciones ruso-chilenas pueden tener un futuro promisorio, en muy variadas esferas, para el desarrollo de nuestros países y el bienestar de sus ciudadanos.La lejanía geográfica no es óbice para esto; más aún, nos posibilita una cooperación desprejuiciada, si hay una voluntad política.
El “Acuerdo de Relaciones de Socios entre Chile y la Federación de Rusia”, suscrito en Yokohama, Japón, el 13 de Noviembre de 2010, es el marco adecuado para impulsar muy fuertemente la amistad, ayuda mutua y cooperación multifacética entre nuestros países.
Las esferas científica, energética, espacial, industrial y minera, junto con la cooperación técnico-militar, ofrecen y tienen una gran potencialidad para concretar dichas relaciones.
Ambos países son signatarios del Tratado Antártico, así su cooperación en esta esfera, orientada al patrimonio común de la Humanidad, tiene bases muy sólidas. Los navegantes rusos Fadej Bellinshaussen y Mijaíl Lazarev descubrieron, hace ya 193 años, la Antártica.
Finalmente, para una efectiva diplomacia bilateral, la optimización del buen uso de los escasos recursos humanos especializados e interesados, en el caso de Chile, debiera ser implementada con prolijidad, prontitud, rigor y seriedad. Las relaciones ruso-chilenas no son una materia que pueda ser abordada como una de tantas y en una forma limitada.
El martes 13 de febrero de 1816 llegaba a Talcahuano – nuestro principal puerto militar – el bergantín ruso “Rurik”, en misión exploratoria de carácter científico.Permaneció hasta el 8 de marzo, zarpando ese día con rumbo a la Isla de Pascua, directamente, sin tocar el puerto de Valparaíso, a donde llegaría el jueves 28 de marzo de 1816.
180 años después, el 8 de enero de 1996, llegó a Talcahuano, zarpando el 16 de enero, el Buque Escuela “Kruzenstern”, de la Academia Báltica Estatal de la Federación de Rusia.
Ciertamente es a través del Océano Pacífico que existe una gran potencialidad estratégica para el desarrollo de las relaciones bilaterales chileno-rusas, durante todo este siglo XXI.