Con el portazo que dio el actual gobierno a las aspiraciones marítimas de Bolivia y los fracasos diplomáticas que sufrió en la OEA y UNASUR, Morales ha realizado la jugada más audaz que su país tenga memoria: ha puesto todas sus cartas en la Corte Internacional de La Haya. Bolivia se ha jugado su última baza.
Esta apuesta ha seguido el camino peruano. Era previsible, porque lo ha hecho a lo largo de toda su historia. Hay que recordar que Bolivia nació a la independencia siendo el Alto Perú, gracias a la voluntad de Bolívar que ocupaba con sus ejércitos lo que quedaba del Virreinato. Por ello, Bolivia siempre necesitó del Perú para proteger la costa marítima que le otorgaron, demasiada alejada de su capital.
La vulnerabilidad de este nuevo Estado provocó la guerra entre vecinos en dos ocasiones, en el siglo XIX.
La historiografía chilena sostiene que Santa Cruz -un oficial realista devenido en patriota- se apoderó del gobierno boliviano y aprovechó una guerra civil en Perú, con el afán de reconstruir el virreinato perdido a partir de una Confederación Peruano-Boliviana. Chile se opuso con el envío de dos escuadras a destruirlas. La primera al mando de un marino argentino que firmó un acuerdo de paz indigno.
La segunda, al mando de Manuel Bulnes, un militar sobrino del Presidente de la República, que triunfó en Yungay. Al destruir la Confederación se transformó él mismo en el Presidente. Fue el primer triunfo que obtuvo el pueblo chileno según reza la marcha ad-hoc.
También nos cuenta que la llamada Guerra del Pacífico comenzó por una decisión inconsulta tomada por un dictador en La Paz. Un conflicto que sacó a la luz pública los tratados secretos entre Perú y Bolivia, pero que no impidió que Chile invadiera Antofagasta para proteger sus intereses. Un argumento que Estados Unidos transformó en norma durante el siglo XX.
Por una ironía supina del destino, la guerra terminó librándose en territorio peruano porque los bolivianos la abandonaron tempranamente, aunque no el conflicto, que han logrado mantener hasta ahora.
De tal manera que Chile y Perú se han visto enfrentados en ambas ocasiones por terceros y no por motivos propios. En el siglo XIX fueron dos guerras, en el siglo XX carreras armamentistas y en siglo XXI los argumentos jurídicos y estratégicos de la diplomacia. Tal vez, lo mejor que pudo pasar a todos los involucrados es que terminara en La Haya este conflicto secular.
Algunos en Chile decían que en esta zona hay paz desde fines del siglo XIX, mientras que en Europa se sucedieron tres guerras que alteraron, cada vez, los mapas de esa región del mundo.
¿De cuáles reglas europeas estamos hablando? ¿Por qué en La Haya?
Porque no se discuten reglas europeas, sino mundiales. Los vecinos han acudido al más alto tribunal que reconocen los Estados nacionales del Sistema Internacional. Lo que resuelva ese Tribunal terminará definitivamente con las contiendas limítrofes pendientes entre estos países.
El canciller Moreno lo ha ratificado, por el momento es inapelable y ambas repúblicas están preparando a la opinión pública para el acatamiento general del fallo.
En el mundo que vivimos, se libran escaramuzas y al mismo tiempo negocios. Quizá porque la guerra de argumentos se hace con un océano de por medio. Es una guerra ideal desde el punto de vista de la paz, bajo la formalidad de argumentos expertos y que tiene como escenario un espléndido palacio europeo.
Estamos en una nueva era, lejos de los roces diplomáticos, de las discusiones entre presidentes o declaraciones de inopinados generales. La sentencia del Tribunal de La Haya terminará con las incertidumbres fronterizas que los países puedan tener en el futuro.Sus fallos tendrán que ser obedecidos porque los gobiernos nacionales aceptaron su jurisdicción.
Nos espera el mismo camino con Bolivia. Es curioso que no sean los chilenos, disponiendo de lo propio, los que se hagan cargo de la demanda marítima boliviana mediante alguna forma de plebiscito. Este debate ha quedado atrás. La decisión sobre este futuro recaerá en un grupo de expertos, de un organismo técnico de Naciones Unidas.