Es evidente que al interior de la Nueva Mayoría, así como ocurrió con la Concertación, existe más de una visión respecto de la forma de organizar la sociedad, y el mérito político de esta coalición ha sido precisamente poder concordar en los acuerdos mínimos para hacer gobernable su gestión al frente del país, lo que ha significado postergar parcialmente sus ideales en nombre del acuerdo.
Lo ocurrido con el capítulo de la no-invitación del ministro Jorge Burgos a la visita presidencial a la Araucanía es un síntoma más, pero no alcanza a constituirse en un hecho político per se. En estricto rigor, la Presidenta va dónde quiere y con quién quiere. Sin embargo, es ineludible hacer una lectura política respecto al episodio, desde la cual el ministro del Interior aparece desplazado y aislado, especialmente considerando que él se había hecho cargo del tema de la seguridad en la Araucanía.
Habría que investigar si el llamado Segundo Piso se avivó o si actuó con órdenes explícitas.En cualquier caso, resulta claro que alguien en Palacio no siente afecto por Burgos, ni por la Democracia Cristiana. Pero eso no es novedad, como tampoco es novedoso sostener que el sentimiento es recíproco. Lo importante y que no podrá nunca solucionarse de modo definitivo es que en la Nueva Mayoría no hay sentimientos de simpatía, pero existe acuerdo en tragarse las antipatías para poder impulsar la parte común del proyecto que inspira a cada uno de estos partidos políticos.
Otra cosa es que se trate de aprovechar la ocasión y levantar a Jorge Burgos como presidenciable, teniendo en cuenta que no han prendido en las encuestas los otros posibles postulantes de la DC. A nueve meses de las elecciones municipales y a dos años de los próximos comicios presidencial y parlamentario, los partidos comienzan a ponerse nerviosos, sobre todo en un escenario en el que se ha acabado la certeza que daba el sistema binominal y en el que las críticas de la ciudadanía a los partidos se mantienen en un nivel altísimo.
Frente a este panorama resulta natural que se tensionen las relaciones entre los partidos que forman parte de la Nueva Mayoría, porque tienen una responsabilidad mayor que la oposición, diferencias entre sí y son los primeros que tienen que responder al cuestionamiento ciudadano.
Por otra parte, es un hecho de la causa que el Programa de Gobierno -elevado a la condición de sagrado por parte de la Izquierda- contiene propuestas que no fueron debida y anticipadamente consensuadas, y que los partidos lo suscribieron dentro del apuro por tener un documento que presentar al país.
El programa tiene numerosas declaraciones de intenciones que no fueron debidamente explicitadas y que, al momento de ponerse en aplicación, han sido interpretadas de manera distinta porque las posiciones de los partidos lo son. Esta es la raíz de las diferencias y de las tensiones y la calidad de la gestión es un asunto menor frente a las diferencias programáticas.
En otras palabras, cuando la Concertación entendió que la posibilidad de recuperar el poder tras la derrota frente a Piñera era proponer al país un Programa de Gobierno más progresista que continuista, se establecieron las bases para la fundación de la Nueva Mayoría, y la necesidad ayudó a ocultar las diferencias respecto a esta estrategia.
Ahora resulta que la dosis de progresismo no era totalmente compartida y que algunos creen que también es importante conservar lo que se logró para el país durante el período de la Concertación. Es la eterna discusión respecto del vaso medio lleno o medio vacío que, como ya sabemos, no tiene solución.
En estas condiciones, cualquier asunto que debería resolverse con discreción podría cobrar tintes dramáticos, en la medida que sirva para potenciar las posibilidades electorales de cada partido.
Hay que considerar desde esta perspectiva que no todos los partidos de la Nueva Mayoría compartirían un Programa de Gobierno igualmente audaz para la siguiente oportunidad ni la misma valoración sobre lo hecho en común en el pasado pero, decirlo o no, está supeditado a las consideraciones electorales que se puedan hacer, especialmente cuando la próxima elección parlamentaria no estará sometida al sistema binominal y resulta difícil hacer predicciones anticipadas.