Fue el ex Presidente de la Suprema Corte de los Estados, y gran jurisconsulto que hoy da nombre a la principal universidad hebrea de los Estados Unidos, que expresó: “podemos tener democracia en este país o podemos tener la riqueza concentrados en las manos de unos pocos, pero no podemos tener ambas”.
La relación entre concentración económica y debilidad democrática es inmediata, es por eso que es necesario una legislación antimonopolios que tienda no solo a sancionar los abusos de los monopolistas, sino que además propender a una economía donde no exista poderes de mercado capaces,no solo influir en los vaivenes del mercado sino que también ser decisivos en la toma de decisiones políticas.
Es necesario considerar, para planificar el sentido de la legislación en materia de Libre Competencia, objetivos concretos o, acudiendo a figuras propias de la ciencia penal, bienes jurídicos protegidos.
Así es indudable considerar que dentro de estos objetivos y valores protegidos se encuentran la libertad económica, el bienestar de los consumidores, la eficiencia del mercado, posibilidad del salto tecnológico, entre otros. Pero avocarse a considerar sólo estos valores eminentemente económicos y no considerar los obvios aspectos políticos que tiene una legislación antimonopolios es una ceguera que no permitiría nunca una legislación eficaz y que contribuya al desarrollo (entendido en su concepto global, no sólo economicista) de nuestro país.
Es así como en legislaciones extranjeras esto es una realidad. Cabe destacar la sudafricana, que en el preámbulo de su Competition Act de 1998 indica: “El pueblo de Sudáfrica reconoce, que el Apartheid así como otras leyes y prácticas discriminatorias del pasado fueron resultado de la excesiva concentración de la propiedad y control de la actividad económica nacional, restricciones inadecuadas a las prácticas anticompetitivas comerciales y la imposibilidad de participar todo el pueblo sudafricano en las actividades económicas”.
Así como la Jurisprudencia internacional ha reconocido las implicancias político-sociales de la existencia de monopolios y de la excesiva concentración económica, el Juez Learned Hand en sus explicaciones del caso United States v. Aluminium Co. Of America (ALCOA) señaló: “los grandes conglomerados industriales son connaturalmente indeseables, tanto por aspectos económicos como por aspectos políticos”. “Es posible, debido a su efecto social o moral indirecto, preferir un sistema de pequeños productores, en donde el éxito de cada uno dependa de su propia habilidad y carácter, a uno en que la gran masa de la sociedad está obligada aceptar las decisiones discrecionales de unos pocos”.
A lo largo de la historia la concentración económica ha ido de la mano de alentar regímenes autoritarios y ha sido un vehículo para generar gobiernos nefastos en materia de credenciales democráticas.
La enorme concentración del poder económico hizo que los carteles jugaran un papel crucial en el auge del Nazismo en Alemania (es por eso que la Alemania de la pos guerra le dio máxima importancia a la elaboración de una acabada legislación antimonopolios, muy influenciada con los conceptos de la Escuela de Friburgo).
Así no es lejano considerar que una de las razones que facilitó la llegada al poder y los 17 años de brutal dictadura de Pinochet está en una economía altamente concentrada en el Chile del momento, que permitió que unos pocos pudieran tomar la decisión de generar las condiciones socioeconómicas y políticas para la caída del gobierno de Allende y el sostenimiento del gobierno de Pinochet.
Lo mencionado por los sudafricanos en la cita a su ley de Competencia es claro, sin concentración del poder económico en la minoría de origen europeo no habría existido Apartheid. La lista de ejemplos históricos podría seguir eternamente, pero bastan los tres casos mencionados para una ilustración rápida de lo lesivo que puede ser la excesiva concentración.
La generación de grandes conglomerados industriales y comerciales, en países con altos niveles de concentración, ha generado la creación de una suerte de sistema de Estados paralelos que poseen no solo la capacidad absoluta de reemplazar los mecanismos de mercados en la fijación de precios (dejan totalmente obsoleta las discusión de Von Misses, Hayek, Lange y Lerner sobre el cálculo económico de los precios en las economías socialistas), sino que poseen el control de decisiones públicas e influyen de manera clave y directa en la elección de autoridades (no está de más recordar Penta, SQM, Corpesca, etc.)
Sin duda, la desconcentración económica aumenta la posibilidad que un país transite a la democracia o que consolide una ya existente. Las posibilidades de que las elites económicas tengan el poder de influir en las decisiones políticas son mayores en cuanto es mayor la concentración económica y su poder monopólico. Y además la desconcentración del poder genera que las elites económicas existentes no tengan incentivos para estar en contra de una consolidación democrática.
Se ha comprobado empíricamente, que a mayor concentración de la riqueza más estabilidad tienen los regímenes autoritarios por la necesidad de contar solo con unos pocos para apoyar su régimen. (Bueno de Mezquita, 2002).
Es necesario entender que los grandes conglomerados económicos que manejan la mayoría de los recursos en economías altamente concentradas suelen oponerse a la profundización democrática, por no tener incentivos para creer en ella. Al entregar el poder del voto libre y sin influencias externas a la gran mayoría que no tiene participación en el poder económico, sin duda el pueblo mayoritario buscará la instauración de políticas redistributivas que no son propicias para las elites económicas.
Por lo que la antinomia que menciona Brandeis en la cita del inicio es clara, las economías altamente concentradas no se condicen con democracias perfectas, ya que tarde o temprano, por fundamentos puramente de ganancia, intentarán destruir la democracia que daña sus pretensiones monopolísticas. Por lo tanto, las élites adineradas se opondrán a la democracia ya que los costos de supresión de la participación política de la población están por debajo de los costos de las políticas de redistribución
Por lo anterior, se hace necesario dotar de mayores facultades a la Fiscalía Nacional Económica, pudiendo pedir con mayor facilidad sanciones relacionadas con modificar estructuras de propiedad de las empresas involucradas en injustos monopólicos.
Es necesario que se tengan vías judiciales para modificar las estructuras de los mercados altamente concentrados a través del desmembramiento efectivo de empresas y regulando de manera más enérgica las fusiones y adquisiciones. Sancionar la colusión (el injusto monopólico por excelencia) con penas corporales es solo un primer paso de muchos que deben darse en aras no solo de castigar, sino que a través de una efectiva Legislación Antimonopólica, podamos modificar la estructura económica del país.
Desde mi punto de vista el hecho de que Eliodoro Matte a través de su empresa CMPC o el señor Ruiz Tagle a través de PISA se coludieran para modificar maliciosamente los precios de los productos de papel tissue es grave. Pero realmente lo más grave es que exista la posibilidad de que estas personas puedan influir en la toma de decisiones políticas y en el quehacer público solo por el hecho de manejar una extensa pieza de la torta, que es nuestro concentrado mercado.
Para finalizar, una simple frase de un pensador bastante mencionado en el ideario liberal de derecha que históricamente se ha opuesto en ver aspectos políticos lesivos en la concentración económica, “lo más importante para la democracia es que no existan grandes fortunas en manos de pocos.” Alexis de Tocqueville.