Las verdaderas líderes son las que conducen los cambios con coraje moral y determinación, aun cuando sean combatidas con toda clase de epítetos e insultos.
Tienen claro que están peleando por algo justo que traerá mejoras en el bien común, en este caso, defendiendo la dignidad de la gente que trabaja en los servicios públicos, en este caso, por las personas trabajadoras del Registro Civil.
El conflicto y la negociación son partes necesarias del desarrollo, siempre que excluyan la violencia.
El problema es que no ha habido hasta ahora un liderazgo a la par en el gobierno, ni en la dirección de este servicio. Sólo ha quedado en evidencia la incapacidad global de gestión, que incluye además de velar por la satisfacción y calidad de vida laboral de los trabajadores, una cultura de buenas estrategias de resolución de conflictos.
Pero no hay que equivocarse. Este conflicto que ha sido reducido a sólo una demanda puntual económica basada al parecer en compromisos anteriores que no se cumplieron, esconde una moderna estrategia de la “pos política” que tiende a vaciar de su sentido político profundo los conflictos, reprimiendo y excluyendo la verdadera política.
En este caso, la verdadera demanda política, parece ser contra el gobierno por su incapacidad de manejar negociaciones destinadas a generar salarios dignos de acuerdo a las funciones públicas que son claves para el funcionamiento correcto del país.
Es fácil combatir estos movimientos apelando al sufrimiento y menosprecio de la “gente” (como si los trabajadores no fueran de la misma clase de gente), traducido en los daños y perjuicios en los intereses legítimos de los ciudadanos.
Pero volviendo a la pos política, lo que queda en claro, es que hoy para levantar legítimas demandas en grupos de funcionarios públicos que no tienen poder económico ni fuertemente político, no les queda otra forma de solución, que ir a una huelga, aunque entre en el marco de la “ilegalidad”.
Este es el verdadero problema político generalizado de Chile.
¡Bien por Nelly Díaz!, una mujer y líder política “a la antigua” de verdad, con las faldas bien puestas, que no se deja engañar por una “pos política” que intenta reemplazarla por el concurso de técnicos y expertos funcionales en “conflictos”, asesores que vacían la política de su fondo esencial: las ideologías del bien común, y su lucha por hacer reales los sueños y utopías de justicia y libertad.