Como si fueran pocas las numerosas muestras de ilícitos y faltas a la probidad de distintos sectores empresariales del país, el reciente escándalo -que ya casi sin asombro hemos conocido los chilenos- acerca de la coordinación de las empresas CMPC Tissue y SCA para instalar un cartel de asignación de cuotas de mercado y fijar precios de venta de productos por más de diez años, ha terminado de ilustrar el abuso flagrante de un modelo insostenible.
Más allá del mediático perdón de Eliodoro Matte con su “esto puede sonar increíble, pero aquí fuimos engañados” que tuvo espacio en un connotado diario de circulación nacional y que francamente más parece escena de tira cómica que sincera muestra de arrepentimiento, resulta interesante preguntarse sobre en qué modelo y bajo qué particularidades regulatorias, sociales y valóricas, se producen estos abusos.
Como bien es sabido, el escenario de Globalización neoliberal, -que parece haber tenido su primer gran triunfo con el colapso de los socialismos reales y, en la región, en la implementación del consenso de Washington- dejó atrás la antigua quimera valórica moderna, reivindicada por la Revolución Francesa.
Obviando las viejas ideas de libertad, igualdad y fraternidad, el paradigma neoliberal se instaló aparejado de una extrema valoración de la libertad personal -entendida como la autonomía de escoger en el consumo- y el rechazo a valores superiores como la solidaridad, la justicia o la igualdad. La paradoja actual, es que los individuos parecen quedar “liberados” en lo individual a la hora de consumir, pero presos de los devenires del mercado y tan atomizados en lo público, que con escasa capacidad mancomunada de auto determinarse para participar o exigir otros derechos.
En Chile, esta dinámica parece estar refrendada en el aparato jurídico, en el sistema político y -de manera un tanto menos explícita- en el socio cultural. Por ello, el paradigma pro individualista se encuentra perfectamente ilustrado en nuestros códigos legales y especialmente en la constitución heredada de la dictadura, cuyas reglas tienden a sobre proteger aquellos derechos individuales bajo el presunto amparo de valores como la autonomía y la propiedad.
Estos niveles de institucionalización enraízan la lógica valórica de los mercados en el sistema sociocultural, convirtiendo sus principios en axiomas sociales con características de verdad absoluta e incuestionable. El punto es, en este amarre perfecto, ¿existe protección real del valor principal que sustenta el modelo? Existe esa mentada libertad por la cual supuestamente los radical-capitalistas o neoliberales defienden el statu quo?
Es quizás, lo interesante del caso del cartel del confort, que responde con un NO rotundo a esa interrogante. La colusión de dos actores monopólicos del papel, no hace más que ilustrar la preponderancia de monopolios y oligopolios que suprimen la libertad en los más diversos sectores productivos en el marco de un modelo que pierde cada vez más sustento valórico-moral.
Las firmas acusadas de colusión representan cerca de 90% del mercado de papeles tissue en el canal masivo y sus ventas anuales suman cerca de US$ 400 millones. En palabras simples, Confort, Elite, Nova, Noble, Orquídea, Favorita y Magiklin, son un monopolio tan perfecto, que pudo coludirse por años, sin que “nadie se diera cuenta” y dejando la libertad del ciudadano delimitada a cero. El ejemplo deja en claro, que en el escenario actual, las grandes corporaciones trasnacionales y los actores monopólicos, son los protagonistas e imponen su poder por sobre el Estado y sus diversos gobiernos, cada vez más adelgazados y desregulados.
Como sabemos no es el único caso de concentración: las farmacias, los productores de pollos, el retail, los medios de comunicación -que en muchas ocasiones también se coluden para sobredimensionar o invisibilizar determinadas informaciones-, terminan de componer el escenario que nos deja en los primeros lugares en los rankings de concentración de la propiedad de América Latina.
El fondo de la discusión entonces es cómo avanzamos en dotar al Estado, y a sus sucesivos gobiernos, de un enfoque de derechos que no se funde en una concepción meramente subsidiaria y que permita mayores regulaciones al mercado para garantizar no una supuesta libertad de consumo, si no una verdadera posibilidad de ser libres en la exigencia de nuestros derechos y en la capacidad de organizarnos para exigirlos.
Quienes se oponen a devolver la “libertad” del derecho a huelga a los trabajadores, de discutir de manera participativa y vinculante una nueva Constitución, de contar con pluralismo mediático real, con derecho a la educación, a la salud y al acceso a remedios a bajo costo son quienes se oponen a entregar verdadera libertad al pueblo de Chile.
No es necesario presentarlos, son bien conocidos, o no cree usted que en esos casos el mito de la libertad más parece eslogan?